domingo, 1 de diciembre de 2013

1er Domingo de Adviento

       
 
Encendemos, Señor, esta luz,
             como aquel que enciende su lámpara
            para salir en la noche,
             al encuentro del amigo que ya viene.
            En esta primera semana del Adviento
       queremos levantarnos para esperarte preparados,
            para recibirte con alegría.
 
         Muchas sombras nos envuelven.
        Muchos halagos nos adormecen.
         Queremos estar despiertos y vigilantes,
        porque tú nos traes la luz más clara,
        la paz más profunda,
      y la alegría más verdadera.
 
  ¡Ven, Señor Jesús! ¡Ven, Señor Jesús! 
  …En Adviento,  Dios «viene»: viene para estar con nosotros, en cada una de nuestras situaciones; viene para vivir entre nosotros, a vivir con nosotros y en nosotros; viene a llenar las distancias que nos dividen y separan; viene a reconciliarnos con Él y entre nosotros. Viene en la historia de la humanidad para tocar a la puerta de cada hombre y de cada mujer de buena voluntad, para ofrecer a los individuos, a las familias y a los pueblos el don de la fraternidad, de la concordia y de la paz. En  Cristo están invitados a permanecer en espera vigilante y activa, alimentada por la oración y por el compromiso concreto del amor. 
…El Adviento es por excelencia el tiempo de la esperanza, en el que los creyentes en  Cristo están invitados a permanecer en espera vigilante y activa, alimentada por la oración y por el compromiso concreto del amor. 
   ¡Que el acercarse de la Navidad de Cristo llene los corazones de todos los cristianos  de alegría, de serenidad y de paz!   Palabras del Santo Padre Benedicto XVI,   del domingo 3 de diciembre de 2006 antes del Angelus 
 Hoy, primer domingo  de Adviento, tiempo de espera y conversión encenderemos  el primer cirio virtual,  que representará  esta semana   la luz de nuestra alegría. 
 La alegría debe irradiarse en nuestro propio  rostro.  P. Kentenich 
Pidamosle a María,   Madre del Adviento, Virgen de la esperanza 
 
 que   nos enseñe   a esperar con renovada alegría y su misma fe.
 (Te invitamos a rezar  un Salve)