domingo, 29 de junio de 2008

El Papa impone el palio a Monseñor Antonio López Castillo

La OSMTJ-Venezuela se llena de alegría y jubilo y extiende sus más sinceras felicitaciones Monseñor Antonio López Castillo, gran venezolano y digno representante de la Iglesia Venezolana. Hoy 29 de Junio del año 2008 le fue entregado el representativo palio por parte de Su Santidad, el Papa Benedicto XVI.

A continuación la noticia completa:

El Papa impone el palio a nueve arzobispos latinoamericanos

Por JORGE PIÑA
© 2008 The Associated Press

El papa Benedicto XVI impuso el domingo el palio (una estola de lana con cruces que significa autoridad y unión al Papa) a nueve nuevos arzobispos metropolitanos latinoamericanos nombrados en el último año.

Se trata de Lorenzo Voltolini Esti, de Puerto Viejo (Ecuador); Andrés Stanovnik, de Corrientes (Argentina); Mauro Aparecido dos Santos, de Cascavel (Brasil); Oscar Urbina Ortega, de Villavicencio (Colombia); Antonio José López Castillo, di Barquisimeto (Venezuela).

Además, Agustín Roberto Radrizzani, de Mercedes-Luján (Argentina); Louis Kebreau, de Cap Haitien (Haití); Joseph Serge Miot, de Porto Príncipe (Haití); Donald James Reece, de Kingston (Jamaica), quienes concelebraron la solemne ceremonia, que todos los años se efectúa en el día de la celebración de la fiesta de San Pedro y Pablo.

Acompañado por el patriarca de Constantinopla, Bartolomé, el Pontífice presidió en la basílica de San Pedro la ceremonia de imposición del palio a un total de 40 nuevos arzobispos metropolitanos de América, Europa, Africa y Asia.

El Papa llamó en el Angelus a la "plena unidad de todos los cristianos, que recitó en la basílica y no desde la ventana de su estudio, como suele hacer.

Poco antes, en la homilía, había expresado que la "misión permanente de Pedro, jefe de la Iglesia, es hacer que la Iglesia no se identifique jamás con un solo país, con una sola cultura, con un solo Estado, que sea siempre la Iglesia de todos".

El sábado, junto al líder espiritual de los cristianos ortodoxos, inauguró un año dedicado a San Pablo, en la Basílica de San Pablo Extramuros en Roma, donde se encuentra un sarcófago de mármol en el que se cree que descansarían los restos del apóstol.

El Patriarca Ecuménico Bartolomé es el líder espiritual de la ortodoxia mundial, la cual se separó de la Iglesia Católica Romana en 1054.

El pontífice y Bartolomé se han reunido varias veces para tratar de superar las discrepancias entre las iglesias católicas y ortodoxas.

http://www.chron.com/disp/story.mpl/sp/nws/5862556.html

sábado, 28 de junio de 2008

OSMTJ-Venezuela Ordenación de Caballeros

Aquí en Venezuela, la OSMTJ, tutelada del Priorato Magistral de México, realizó su primera jura de Caballeros, Damas y sargentos el pasado 24 de Mayo del 2008.

Un magno acto ceremonial llevado a cabo en el Tigre, Edo Anzoátegui nos dio la bienvenida oficial a la Orden Suprema y Militar del Templo de Jerusalén, primero fue la vela de Armas, donde los caballeros y damas de Capitulo tuvimos la oportunidad de vivir una maravillosa experiencia espiritual, tal y como ha sido la tradición por más de 800 años, después la ordenación según el rito antiguo de Caballería Cristiana; luego un breve desfile encabezado por el Prior de México Fr+ Roberto Molinari, desfile que fue presenciado por gran multitud de personas que concurrieron al lugar solo para ver de cerca a los nuevos caballeros , los devotos creyentes dieron gracias a Dios por los nuevos profesos y gritaron consignas apoyandolos, y por ultimo una misa solemne oficiada por Monseñor Víctor Angulo en la Catedral de San José de Guanipa.


A continuación algunas imágenes.





LA ORDEN DEL TEMPLE PROMUEVE UN DÍA DE AYUNO


Los constantes ataques a la fe cristiana, como quema de iglesias, torturas y muerte a cristianos y sacerdotes, prohibición de poder practicar libremente la fe cristiana y otros atentados a la libertad de culto; han obligado a la Orden del Temple a tomar una postura más activa, ante la pasividad de los responsables internacionales.

Antaño la Orden del Temple defendió el derecho de las personas a peregrinar a Tierra Santa sin ser asaltadas, ni violadas, ni vendidas como esclavos, ni asesinadas en tierras del Islam. Defendió también el derecho de las personas a practicar su religión y en paz, ya fuesen cristianas o musulmanas.

Y ahora, ante las actuales circunstancias, le toca de nuevo defender el mismo derecho a practicar el Cristianismo en tierras islámicas, que piden los musulmanes para la práctica de su fe en Occidente, lo que llamamos reciprocidad.

Por la defensa del Cristianismo en los países islámicos, en contra de la represión del cristianismo en estos países, para acabar con la persecución del cristianismo del sector islámico más extremista que avanza día a día, para pedir la libertad religiosa en estos países y la reciprocidad de derechos de los cristianos en países musulmanes; el Gran Priorato de España de la Orden Soberana y Militar del Temple de Jerusalén (OSMTJ) llevará a cabo un ayuno el lunes 13 de octubre.

El ayuno dará comienzo a las 07:00 horas y finalizará a las 20:00 horas del mismo día. Podrá llevarse en tres niveles distintos; un primer nivel de participación personal, con la firma de un documento de compromiso; un segundo nivel, de participación con autoridades religiosas y un tercer nivel de participación en la parroquia. La campaña para dar a conocer el ayuno dará comienzo desde el uno de julio.


OSMTJ-Venezuela, nuevas actividades previas a la ordenación

Y más actividades, en esta ocasión fue el sábado 12 de abril del 2008 cuando los hermanos de la Encomienda Venezolana tuvimos la oportunidad de reunirnos en un retiro espiritual para profundizar en la fe católica que nos mueve y así reforzar lazos de unidad y hermandad entre todos.Fue como de costumbre organizado intachablemente por nuestra maestra de ceremonias, la hermana Solcire Espinoza de Burillo, quien hizo gala (como ya viene siendo costumbre) de sus dotes de organizadora intachable, ejemplo de la mujer venezolana, luchadora, tenaz y capacitada en todos los aspectos.El retiro tuvo una duración de 8 horas, de 9:00 am a 5:00 pm contando el almuerzo, durante este tiempo fueron muchos los temas a tratar, todos y cada uno destinados a enriquecer el espíritu de los asistentes, imbuidos como debe ser en el amor a nuestro Dios y a la Santa Madre Iglesia Católica que fueron nuestra inspiración, entre estos numerosos temas hacemos bien en destacar: "Principios fundamentales de la vida cristiana y templaria".Un paso más en el largo camino que aún nos falta recorrer, Dios sin duda iluminará a sus fieles.Non Nobis

La Virginidad de María


1. La Iglesia ha considerado constantemente la virginidad de María una verdad de fe, acogiendo y profundizando el testimonio de los evangelios de san Lucas, san Marcos y, probablemente, también san Juan.

En el episodio de la Anunciación, el evangelista san Lucas llama a María «virgen», refiriendo tanto su intención de perseverar en la virginidad como el designio divino, que concilia ese propósito con su maternidad prodigiosa. La afirmación de la concepción virginal, debida a la acción del Espíritu Santo, excluye cualquier hipótesis de partenogénesis natural y rechaza los intentos de explicar la narración lucana como explicitación de un tema judío o como derivación de una leyenda mitológica pagana.

La estructura del texto lucano (cf. Lc 1,26-38; 2,19.51), no admite ninguna interpretación reductiva. Su coherencia no permite sostener válidamente mutilaciones de los términos o de las expresiones que afirman la concepción virginal por obra del Espíritu Santo.

2. El evangelista san Mateo, narrando el anuncio del ángel a José, afirma, al igual que san Lucas, la concepción por obra «del Espíritu Santo» (Mt 1,20), excluyendo las relaciones conyugales.

Además, a José se le comunica la generación virginal de Jesús en un segundo momento: no se trata para él de una invitación a dar su consentimiento previo a la concepción del Hijo de María, fruto de la intervención sobrenatural del Espíritu Santo y de la cooperación exclusiva de la madre. Sólo se le invita a aceptar libremente su papel de esposo de la Virgen y su misión paterna con respecto al niño.

San Mateo presenta el origen virginal de Jesús como cumplimiento de la profecía de Isaías: «Ved que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que traducido significa "Dios con nosotros"» (Mt 1,23; cf. Is 7,14). De ese modo, san Mateo nos lleva a la conclusión de que la concepción virginal fue objeto de reflexión en la primera comunidad cristiana, que comprendió su conformidad con el designio divino de salvación y su nexo con la identidad de Jesús, «Dios con nosotros».

3. A diferencia de san Lucas y san Mateo, el evangelio de san Marcos no habla de la concepción y del nacimiento de Jesús; sin embargo, es digno de notar que san Marcos nunca menciona a José, esposo de María. La gente de Nazaret llama a Jesús «el hijo de María» o, en otro contexto, muchas veces «el Hijo de Dios» (Mc 3,11; 5,7; cf. 1,1.11; 9,7; 14,61-62; 15,39). Estos datos están en armonía con la fe en el misterio de su generación virginal. Esta verdad, según un reciente redescubrimiento exegético, estaría contenida explícitamente en el versículo 13 del Prólogo del evangelio de san Juan, que algunas voces antiguas autorizadas (por ejemplo, Ireneo y Tertuliano) no presentan en la forma plural usual, sino en la singular: «Él, que no nació de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios». Esta traducción en singular convertiría el Prólogo del evangelio de san Juan en uno de los mayores testimonios de la generación virginal de Jesús, insertada en el contexto del misterio de la Encarnación.

La afirmación paradójica de Pablo: «Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer (…), para que recibiéramos la filiación adoptiva» (Ga 4,4-5), abre el camino al interrogante sobre la personalidad de ese Hijo y, por tanto, sobre su nacimiento virginal.

Este testimonio uniforme de los evangelios confirma que la fe en la concepción virginal de Jesús estaba enraizada firmemente en los diversos ambientes de la Iglesia primitiva. Por eso carecen de todo fundamento algunas interpretaciones recientes, que no consideran la concepción virginal en sentido físico o biológico, sino únicamente simbólico o metafórico: designaría a Jesús como don de Dios a la humanidad. Lo mismo hay que decir de la opinión de otros, según los cuales el relato de la concepción virginal sería, por el contrario, un theologoumenon, es decir, un modo de expresar una doctrina teológica, en este caso la filiación divina de Jesús, o sería su representación mitológica.

Como hemos visto, los evangelios contienen la afirmación explícita de una concepción virginal de orden biológico, por obra del Espíritu Santo, y la Iglesia ha hecho suya esta verdad ya desde las primeras formulaciones de la fe (cf. Catecismo de la Iglesia católica, n. 496).

4. La fe expresada en los evangelios es confirmada, sin interrupciones, en la tradición posterior. Las fórmulas de fe de los primeros autores cristianos postulan la afirmación del nacimiento virginal: Arístides, Justino, Ireneo y Tertuliano están de acuerdo con san Ignacio de Antioquía, que proclama a Jesús «nacido verdaderamente de una virgen» (Smirn. 1,2). Estos autores hablan explícitamente de una generación virginal de Jesús real e histórica, y de ningún modo afirman una virginidad solamente moral o un vago don de la gracia, que se manifestó en el nacimiento del niño.

Las definiciones solemnes de fe por parte de los concilios ecuménicos y del Magisterio pontificio, que siguen a las primeras fórmulas breves de fe, están en perfecta sintonía con esta verdad. El concilio de Calcedonia (451), en su profesión de fe, redactada esmeradamente y con contenido definido de modo infalible, afirma que Cristo «en lo últimos días, por nosotros y por nuestra salvación, (fue) engendrado de María Virgen, Madre de Dios, en cuanto a la humanidad» (DS 301). Del mismo modo, el tercer concilio de Constantinopla (681) proclama que Jesucristo «nació del Espíritu Santo y de María Virgen, que es propiamente y según verdad madre de Dios, según la humanidad» (DS 555). Otros concilios ecuménicos (Constantinopolitano II, Lateranense IV y Lugdunense II) declaran a María «siempre virgen», subrayando su virginidad perpetua (cf. DS 423, 801 y 852). El concilio Vaticano II ha recogido esas afirmaciones, destacando el hecho de que María, «por su fe y su obediencia, engendró en la tierra al Hijo mismo del Padre, ciertamente sin conocer varón, cubierta con la sombra del Espíritu Santo» (Lumen gentium, 63).

A las definiciones conciliares hay que añadir las del Magisterio pontificio, relativas a la Inmaculada Concepción de la «santísima Virgen María» (DS 2.803) y a la Asunción de la «Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María» (DS 3.903).

5. Aunque las definiciones del Magisterio, con excepción del concilio de Letrán del año 649, convocado por el Papa Martín I, no precisan el sentido del apelativo «virgen», se ve claramente que este término se usa en su sentido habitual: la abstención voluntaria de los actos sexuales y la preservación de la integridad corporal. En todo caso, la integridad física se considera esencial para la verdad de fe de la concepción virginal de Jesús (cf. Catecismo de la Iglesia católica, n. 496).

La designación de María como «santa, siempre Virgen e Inmaculada», suscita la atención sobre el vínculo entre santidad y virginidad. María quiso una vida virginal, porque estaba animada por el deseo de entregar todo su corazón a Dios.

La expresión que se usa en la definición de la Asunción, «La Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen», sugiere también la conexión entre la virginidad y la maternidad de María: dos prerrogativas unidas milagrosamente en la generación de Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre. Así, la virginidad de María está íntimamente vinculada a su maternidad divina y a su santidad perfecta.

[L'Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, del 12-VII-96]

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El propósito de virginidad de María

Catequesis de Juan Pablo II (24-VII-96)

1. Al ángel, que le anuncia la concepción y el nacimiento de Jesús, María le dirige una pregunta: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?» (Lc 1,34). Esa pregunta resulta, por lo menos, sorprendente si recordamos los relatos bíblicos que refieren el anuncio de un nacimiento extraordinario a una mujer estéril. En esos casos se trata de mujeres casadas, naturalmente estériles, a las que Dios ofrece el don del hijo a través de la vida conyugal normal (cf. 1 S 1,19-20), como respuesta a oraciones conmovedoras (cf. Gn 15,2; 30,22-23; 1 S 1,10; Lc 1,13).

Es diversa la situación en que María recibe el anuncio del ángel. No es una mujer casada que tenga problemas de esterilidad; por elección voluntaria quiere permanecer virgen. Por consiguiente, su propósito de virginidad, fruto de amor al Señor, constituye, al parecer, un obstáculo a la maternidad anunciada.

A primera vista, las palabras de María parecen expresar solamente su estado actual de virginidad: María afirmaría que no «conoce» varón, es decir, que es virgen. Sin embargo, el contexto en el que plantea la pregunta «¿cómo será eso?» y la afirmación siguiente: «no conozco varón», ponen de relieve tanto la virginidad actual de María como su propósito de permanecer virgen. La expresión que usa, con la forma verbal en presente, deja traslucir la permanencia y la continuidad de su estado.

2. María, al presentar esta dificultad, lejos de oponerse al proyecto divino, manifiesta la intención de aceptarlo totalmente. Por lo demás, la joven de Nazaret vivió siempre en plena sintonía con la voluntad divina y optó por una vida virginal con el deseo de agradar al Señor. En realidad, su propósito de virginidad la disponía a acoger la voluntad divina «con todo su yo, humano, femenino, y en esta respuesta de fe estaban contenidas una cooperación perfecta con la gracia de Dios que previene y socorre y una disponibilidad perfecta a la acción del Espíritu Santo» (Redemptoris Mater, 13).

A algunos, las palabras e intenciones de María les parecen inverosímiles, teniendo presente que en el ambiente judío la virginidad no se consideraba un valor ni un ideal. Los mismos escritos del Antiguo Testamento lo confirman en varios episodios y expresiones conocidos. El libro de los Jueces refiere, por ejemplo, que la hija de Jefté, teniendo que afrontar la muerte siendo aún joven núbil, llora su virginidad, es decir, se lamenta de no haber podido casarse (cf. Jc 11,38). Además, en virtud del mandato divino: «Sed fecundos y multiplicaos» (Gn 1,28), el matrimonio es considerado la vocación natural de la mujer, que conlleva las alegrías y los sufrimientos propios de la maternidad.

3. Para comprender mejor el contexto en que madura la decisión de María, es preciso tener presente que, en el tiempo que precede inmediatamente el inicio de la era cristiana, en algunos ambientes judíos se comienza a manifestar una orientación positiva hacia la virginidad. Por ejemplo, los esenios, de los que se han encontrado numerosos e importantes testimonios históricos en Qumrán, vivían en el celibato o limitaban el uso del matrimonio, a causa de la vida común y para buscar una mayor intimidad con Dios.

Además, en Egipto existía una comunidad de mujeres que, siguiendo la espiritualidad esenia, vivían en continencia. Esas mujeres, las Terapeutas, pertenecientes a una secta descrita por Filón de Alejandría (cf. De vita contemplativa, 21-90), se dedicaban a la contemplación y buscaban la sabiduría.

Tal vez María no conoció esos grupos religiosos judíos que seguían el ideal del celibato y de la virginidad. Pero el hecho de que Juan Bautista viviera probablemente una vida de celibato, y que la comunidad de sus discípulos la tuviera en gran estima, podría dar a entender que también el propósito de virginidad de María entraba en ese nuevo contexto cultural y religioso.

4. La extraordinaria historia de la Virgen de Nazaret no debe, sin embargo, hacernos caer en el error de vincular completamente sus disposiciones íntimas a la mentalidad del ambiente, subestimando la unicidad del misterio acontecido en ella. En particular, no debemos olvidar que María había recibido, desde el inicio de su vida, una gracia sorprendente, que el ángel le reconoció en el momento de la Anunciación. María, «llena de gracia» (Lc 1,28), fue enriquecida con una perfección de santidad que, según la interpretación de la Iglesia, se remonta al primer instante de su existencia: el privilegio único de la Inmaculada Concepción influyó en todo el desarrollo de la vida espiritual de la joven de Nazaret.

Así pues, se debe afirmar que lo que guió a María hacia el ideal de la virginidad fue una inspiración excepcional del mismo Espíritu Santo que, en el decurso de la historia de la Iglesia, impulsaría a tantas mujeres a seguir el camino de la consagración virginal.

La presencia singular de la gracia en la vida de María lleva a la conclusión de que la joven tenía un compromiso de virginidad. Colmada de dones excepcionales del Señor desde el inicio de su existencia, está orientada a una entrega total, en alma y cuerpo, a Dios con el ofrecimiento de su virginidad.

Además, la aspiración a la vida virginal estaba en armonía con aquella «pobreza» ante Dios, a la que el Antiguo Testamento atribuye gran valor. María, al comprometerse plenamente en este camino, renuncia también a la maternidad, riqueza personal de la mujer, tan apreciada en Israel. De ese modo, «ella misma sobresale entre los humildes y los pobres del Señor, que esperan de él con confianza la salvación y la acogen» (Lumen gentium, 55). Pero, presentándose como pobre ante Dios, y buscando una fecundidad sólo espiritual, fruto del amor divino, en el momento de la Anunciación María descubre que el Señor ha transformado su pobreza en riqueza: será la Madre virgen del Hijo del Altísimo. Más tarde descubrirá también que su maternidad está destinada a extenderse a todos los hombres que el Hijo ha venido a salvar (cf. Catecismo de la Iglesia católica, n. 501).

[L'Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, del 26-VII-96]

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La concepción virginal de Jesús

Catequesis de Juan Pablo II (31-VII-96)

1. Dios ha querido, en su designio salvífico, que el Hijo unigénito naciera de una Virgen. Esta decisión divina implica una profunda relación entre la virginidad de María y la encarnación del Verbo. «La mirada de la fe, unida al conjunto de la revelación, puede descubrir las razones misteriosas por las que Dios, en su designio salvífico, quiso que su Hijo naciera de una virgen. Estas razones se refieren tanto a la persona y a la misión redentora de Cristo como a la aceptación por María de esta misión para con los hombres» (Catecismo de la Iglesia católica, n. 502).

La concepción virginal, excluyendo una paternidad humana, afirma que el único padre de Jesús es el Padre celestial, y que en la generación temporal del Hijo se refleja la generación eterna: el Padre, que había engendrado al Hijo en la eternidad, lo engendra también en el tiempo como hombre.

2. El relato de la Anunciación pone de relieve el estado de Hijo de Dios, consecuente con la intervención divina en la concepción. «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios» (Lc 1,35).

Aquel que nace de María ya es, en virtud de la generación eterna, Hijo de Dios; su generación virginal, obrada por la intervención del Altísimo, manifiesta que, también en su humanidad, es el Hijo de Dios.

La revelación de la generación eterna en la generación virginal nos la sugieren también las expresiones contenidas en el Prólogo del evangelio de san Juan, que relacionan la manifestación de Dios invisible, por obra del «Hijo único, que está en el seno del Padre» (Jn 1,18), con su venida en la carne: «Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad» (Jn 1,14).

San Lucas y san Mateo, al narrar la generación de Jesús, afirman también el papel del Espíritu Santo. Éste no es el padre del niño: Jesús es hijo únicamente del Padre eterno (cf. Lc 1,32.35) que, por medio del Espíritu, actúa en el mundo y engendra al Verbo en la naturaleza humana. En efecto, en la Anunciación el ángel llama al Espíritu «poder del Altísimo» (Lc 1,35), en sintonía con el Antiguo Testamento, que lo presenta como la energía divina que actúa en la existencia humana, capacitándola para realizar acciones maravillosas. Este poder, que en la vida trinitaria de Dios es Amor, manifestándose en su grado supremo en el misterio de la Encarnación, tiene la tarea de dar el Verbo encarnado a la humanidad.

3. El Espíritu Santo, en particular, es la persona que comunica las riquezas divinas a los hombres y los hace participar en la vida de Dios. Él, que en el misterio trinitario es la unidad del Padre y del Hijo, obrando la generación virginal de Jesús, une la humanidad a Dios.

El misterio de la Encarnación muestra también la incomparable grandeza de la maternidad virginal de María: la concepción de Jesús es fruto de su cooperación generosa en la acción del Espíritu de amor, fuente de toda fecundidad.

En el plan divino de la salvación, la concepción virginal es, por tanto, anuncio de la nueva creación: por obra del Espíritu Santo, en María es engendrado aquel que será el hombre nuevo. Como afirma el Catecismo de la Iglesia católica: «Jesús fue concebido por obra del Espíritu Santo en el seno de la Virgen María, porque él es el nuevo Adán que inaugura la nueva creación» (n. 504).

En el misterio de esta nueva creación resplandece el papel de la maternidad virginal de María. San Ireneo, llamando a Cristo «primogénito de la Virgen» (Adv. Haer. 3, 16, 4), recuerda que, después de Jesús, muchos otros nacen de la Virgen, en el sentido de que reciben la vida nueva de Cristo. «Jesús es el Hijo único de María. Pero la maternidad espiritual de María se extiende a todos los hombres a los cuales él vino a salvar: "Dio a luz al Hijo, al que Dios constituyó el mayor de muchos hermanos" (Rm 8,29), es decir, de los creyentes, a cuyo nacimiento y educación colabora con amor de madre» (Catecismo de la Iglesia católica, n. 501).

4. La comunicación de la vida nueva es transmisión de la filiación divina. Podemos recordar aquí la perspectiva abierta por san Juan en el Prólogo de su evangelio: aquel a quien Dios engendró, da a los creyentes el poder de hacerse hijos de Dios (cf. Jn 1,12-13). La generación virginal permite la extensión de la paternidad divina: a los hombres se les hace hijos adoptivos de Dios en aquel que es Hijo de la Virgen y del Padre.

Así pues, la contemplación del misterio de la generación virginal nos permite intuir que Dios ha elegido para su Hijo una Madre virgen, para dar más ampliamente a la humanidad su amor de Padre.

[L'Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, del 2-VIII-96]

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María, modelo de virginidad

Catequesis de Juan Pablo II (7-VIII-96)

1. El propósito de virginidad, que se vislumbra en las palabras de María en el momento de la Anunciación, ha sido considerado tradicionalmente como el comienzo y el acontecimiento inspirador de la virginidad cristiana en la Iglesia.

San Agustín no reconoce en ese propósito el cumplimiento de un precepto divino, sino un voto emitido libremente. De ese modo, se ha podido presentar a María como ejemplo a las santas vírgenes en el curso de toda la historia de la Iglesia. María «consagró su virginidad a Dios, cuando aún no sabía lo que debía concebir, para que la imitación de la vida celestial en el cuerpo terrenal y mortal se haga por voto, no por precepto, por elección de amor, no por necesidad de servicio» (De Sancta Virg., IV, 4; PL 40, 398).

El ángel no pide a María que permanezca virgen; es María quien revela libremente su propósito de virginidad. En este compromiso se sitúa su elección de amor, que la lleva a consagrarse totalmente al Señor mediante una vida virginal.

Al subrayar la espontaneidad de la decisión de María, no debemos olvidar que en el origen de toda vocación está la iniciativa de Dios. La doncella de Nazaret, al orientarse hacia la vida virginal, respondía a una vocación interior, es decir, a una inspiración del Espíritu Santo que la iluminaba sobre el significado y el valor de la entrega virginal de sí misma. Nadie puede acoger este don sin sentirse llamado y sin recibir del Espíritu Santo la luz y la fuerza necesarias.

2. Aunque san Agustín utiliza la palabra voto para mostrar a quienes llama santas vírgenes el primer modelo de su estado de vida, el Evangelio no testimonia que María haya formulado expresamente un voto, que es la forma de consagración y entrega de la propia vida a Dios, en uso ya desde los primeros siglos de la Iglesia. El Evangelio nos da a entender que María tomó la decisión personal de permanecer virgen, ofreciendo su corazón al Señor. Desea ser su esposa fiel, realizando la vocación de la «hija de Sión». Sin embargo, con su decisión se convierte en el arquetipo de todos los que en la Iglesia han elegido servir al Señor con corazón indiviso en la virginidad.

Ni los evangelios, ni otros escritos del Nuevo Testamento, nos informan acerca del momento en el que María tomó la decisión de permanecer virgen. Con todo, de la pregunta que hace al ángel se deduce con claridad que, en el momento de la Anunciación, dicho propósito era ya muy firme. María no duda en expresar su deseo de conservar la virginidad también en la perspectiva de la maternidad que se le propone, mostrando que había madurado largamente su propósito.

En efecto, María no eligió la virginidad en la perspectiva, imprevisible, de llegar a ser Madre de Dios, sino que maduró su elección en su conciencia antes del momento de la Anunciación. Podemos suponer que esa orientación siempre estuvo presente en su corazón: la gracia que la preparaba para la maternidad virginal influyó ciertamente en todo el desarrollo de su personalidad, mientras que el Espíritu Santo no dejó de inspirarle, ya desde sus primeros años, el deseo de la unión más completa con Dios.

3. Las maravillas que Dios hace, también hoy, en el corazón y en la vida de tantos muchachos y muchachas, las hizo, ante todo, en el alma de María. También en nuestro mundo, aunque esté tan distraído por la fascinación de una cultura a menudo superficial y consumista, muchos adolescentes aceptan la invitación que proviene del ejemplo de María y consagran su juventud al Señor y al servicio de sus hermanos.

Esta decisión, más que renuncia a valores humanos, es elección de valores más grandes. A este respecto, mi venerado predecesor Pablo VI, en la exhortación apostólica Marialis cultus, subrayaba cómo quien mira con espíritu abierto el testimonio del Evangelio «se dará cuenta de que la opción del estado virginal por parte de María (...) no fue un acto de cerrarse a algunos de los valores del estado matrimonial, sino que constituyó una opción valiente, llevada a cabo para consagrarse totalmente al amor de Dios» (n. 37).

En definitiva, la elección del estado virginal está motivada por la plena adhesión a Cristo. Esto es particularmente evidente en María. Aunque antes de la Anunciación no era consciente de ella, el Espíritu Santo le inspira su consagración virginal con vistas a Cristo: permanece virgen para acoger con todo su ser al Mesías Salvador. La virginidad comenzada en María muestra así su propia dimensión cristocéntrica, esencial también para la virginidad vivida en la Iglesia, que halla en la Madre de Cristo su modelo sublime. Aunque su virginidad personal, vinculada a la maternidad divina, es un hecho excepcional, ilumina y da sentido a todo don virginal.

4. ¡Cuántas mujeres jóvenes, en la historia de la Iglesia, contemplando la nobleza y la belleza del corazón virginal de la Madre del Señor, se han sentido alentadas a responder generosamente a la llamada de Dios, abrazando el ideal de la virginidad! «Precisamente esta virginidad -como he recordado en la encíclica Redemptoris Mater-, siguiendo el ejemplo de la Virgen de Nazaret, es fuente de una especial fecundidad espiritual: es fuente de la maternidad en el Espíritu Santo» (n. 43).

La vida virginal de María suscita en todo el pueblo cristiano la estima por el don de la virginidad y el deseo de que se multiplique en la Iglesia como signo del primado de Dios sobre toda realidad y como anticipación profética de la vida futura. Demos gracias juntos al Señor por quienes aún hoy consagran generosamente su vida mediante la virginidad, al servicio del reino de Dios.

Al mismo tiempo, mientras en diversas zonas de antigua evangelización el hedonismo y el consumismo parecen disuadir a los jóvenes de abrazar la vida consagrada, es preciso pedir incesantemente a Dios, por intercesión de María, un nuevo florecimiento de vocaciones religiosas. Así, el rostro de la Madre de Cristo, reflejado en muchas vírgenes que se esfuerzan por seguir al divino Maestro, seguirá siendo para la humanidad el signo de la misericordia y de la ternura divinas.

[L'Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, del 9-VIII-96]

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La unión virginal de María y José

Catequesis de Juan Pablo II (21-VIII-96)

1. El evangelio de Lucas, al presentar a María como virgen, añade que estaba «desposada con un hombre llamado José, de la casa de David» (Lc 1,27). Estas informaciones parecen, a primera vista, contradictorias.

Hay que notar que el término griego utilizado en este pasaje no indica la situación de una mujer que ha contraído el matrimonio y por tanto vive en el estado matrimonial, sino la del noviazgo. Pero, a diferencia de cuanto ocurre en las culturas modernas, en la costumbre judaica antigua la institución del noviazgo preveía un contrato y tenía normalmente valor definitivo: efectivamente, introducía a los novios en el estado matrimonial, si bien el matrimonio se cumplía plenamente cuando el joven conducía a la muchacha a su casa.

En el momento de la Anunciación, María se halla, pues, en la situación de esposa prometida. Nos podemos preguntar por qué había aceptado el noviazgo, desde el momento en que tenía el propósito de permanecer virgen para siempre. Lucas es consciente de esta dificultad, pero se limita a registrar la situación sin aportar explicaciones. El hecho de que el evangelista, aun poniendo de relieve el propósito de virginidad de María, la presente igualmente como esposa de José constituye un signo de que ambas noticias son históricamente dignas de crédito.

2. Se puede suponer que entre José y María, en el momento de comprometerse, existiese un entendimiento sobre el proyecto de vida virginal. Por lo demás, el Espíritu Santo, que había inspirado en María la opción de la virginidad con miras al misterio de la Encarnación y quería que ésta acaeciese en un contexto familiar idóneo para el crecimiento del Niño, pudo muy bien suscitar también en José el ideal de la virginidad.

El ángel del Señor, apareciéndosele en sueños, le dice: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo» (Mt 1,20). De esta forma recibe la confirmación de estar llamado a vivir de modo totalmente especial el camino del matrimonio. A través de la comunión virginal con la mujer predestinada para dar a luz a Jesús, Dios lo llama a cooperar en la realización de su designio de salvación.

El tipo de matrimonio hacia el que el Espíritu Santo orienta a María y a José es comprensible sólo en el contexto del plan salvífico y en el ámbito de una elevada espiritualidad. La realización concreta del misterio de la Encarnación exigía un nacimiento virginal que pusiese de relieve la filiación divina y, al mismo tiempo, una familia que pudiese asegurar el desarrollo normal de la personalidad del Niño.

José y María, precisamente en vista de su contribución al misterio de la Encarnación del Verbo, recibieron la gracia de vivir juntos el carisma de la virginidad y el don del matrimonio. La comunión de amor virginal de María y José, aun constituyendo un caso especialísimo, vinculado a la realización concreta del misterio de la Encarnación, sin embargo fue un verdadero matrimonio (cf. Exhortación apostólica, Redemptoris custos, 7).

La dificultad de acercarse al misterio sublime de su comunión esponsal ha inducido a algunos, ya desde el siglo II, a atribuir a José una edad avanzada y a considerarlo el custodio de María, más que su esposo. Es el caso de suponer, en cambio, que no fuese entonces un hombre anciano, sino que su perfección interior, fruto de la gracia, lo llevase a vivir con afecto virginal la relación esponsal con María.

3. La cooperación de José en el misterio de la Encarnación comprende también el ejercicio del papel paterno respecto de Jesús. Dicha función le es reconocida por el ángel que, apareciéndosele en sueños, le invita a poner el nombre al Niño: «Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados» (Mt 1,21).

Aun excluyendo la generación física, la paternidad de José fue una paternidad real, no aparente. Distinguiendo entre padre y progenitor, una antigua monografía sobre la virginidad de María -el De Margarita (siglo IV)- afirma que «los compromisos adquiridos por la Virgen y José como esposos hicieron que él pudiese ser llamado con este nombre (de padre); un padre, sin embargo, que no ha engendrado». José, pues, ejerció en relación con Jesús la función de padre, gozando de una autoridad a la que el Redentor libremente se «sometió» (Lc 2,51), contribuyendo a su educación y transmitiéndole el oficio de carpintero.

Los cristianos han reconocido siempre en José a aquel que vivió una comunión íntima con María y Jesús, deduciendo que también en la muerte gozó de su presencia consoladora y afectuosa. De esta constante tradición cristiana se ha desarrollado en muchos lugares una especial devoción a la santa Familia y en ella a san José, Custodio del Redentor. El Papa León XIII, como es sabido, le encomendó el patrocinio de toda la Iglesia.

[L'Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, del 23-VIII-96]

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María siempre virgen

Catequesis de Juan Pablo II (28-VIII-96)

1. La Iglesia ha manifestado de modo constante su fe en la virginidad perpetua de María. Los textos más antiguos, cuando se refieren a la concepción de Jesús, llaman a María sencillamente Virgen, pero dando a entender que consideraban esa cualidad como un hecho permanente, referido a toda su vida.

Los cristianos de los primeros siglos expresaron esa convicción de fe mediante el término griego «siempre virgen», creado para calificar de modo único y eficaz la persona de María, y expresar en una sola palabra la fe de la Iglesia en su virginidad perpetua. Lo encontramos ya en el segundo símbolo de fe de san Epifanio, en el año 374, con relación a la Encarnación: el Hijo de Dios «se encarnó, es decir, fue engendrado de modo perfecto por santa María, la siempre virgen, por obra del Espíritu Santo» (Ancoratus, 119, 5: DS 44).

La expresión siempre virgen fue recogida por el segundo concilio de Constantinopla, que afirmó: el Verbo de Dios «se encarnó de la santa gloriosa Madre de Dios y siempre Virgen María, y nació de ella» (DS 422). Esta doctrina fue confirmada por otros dos concilios ecuménicos, el cuarto de Letrán, año 1215 (DS 801), y el segundo de Lyón, año 1274 (DS 852), y por el texto de la definición del dogma de la Asunción, año 1950 (DS 3.903), en el que la virginidad perpetua de María es aducida entre los motivos de su elevación en cuerpo y alma a la gloria celeste.

2. Usando una fórmula sintética, la tradición de la Iglesia ha presentado a María como «virgen antes del parto, durante el parto y después del parto», afirmando, mediante la mención de estos tres momentos, que no dejó nunca de ser virgen.

De las tres, la afirmación de la virginidad antes del parto es, sin duda, la más importante, ya que se refiere a la concepción de Jesús y toca directamente el misterio mismo de la Encarnación. Esta verdad ha estado presente desde el principio y de forma constante en la fe de la Iglesia.

La virginidad durante el parto y después del parto, aunque se halla contenida implícitamente en el título de virgen atribuido a María ya en los orígenes de la Iglesia, se convierte en objeto de profundización doctrinal cuando algunos comienzan explícitamente a ponerla en duda. El Papa Hormisdas precisa que «el Hijo de Dios se hizo Hijo del hombre y nació en el tiempo como hombre, abriendo al nacer el seno de su madre (cf. Lc 2,23) y, por el poder de Dios, sin romper la virginidad de su madre» (DS 368). Esta doctrina fue confirmada por el concilio Vaticano II, en el que se afirma que el Hijo primogénito de María «no menoscabó su integridad virginal, sino que la santificó» (Lumen gentium, 57). Por lo que se refiere a la virginidad después del parto, es preciso destacar ante todo que no hay motivos para pensar que la voluntad de permanecer virgen, manifestada por María en el momento de la Anunciación (cf. Lc 1,34), haya cambiado posteriormente. Además, el sentido inmediato de las palabras: «Mujer, ahí tienes a tu hijo», «ahí tienes a tu madre» (Jn 19,26-27), que Jesús dirige desde la cruz a María y al discípulo predilecto, hace suponer una situación que excluye la presencia de otros hijos nacidos de María.

Los que niegan la virginidad después del parto han pensado encontrar un argumento probatorio en el término «primogénito», que el evangelio atribuye a Jesús (cf. Lc 2,7), como si esa expresión diera a entender que María engendró otros hijos después de Jesús. Pero la palabra «primogénito» significa literalmente «hijo no precedido por otro» y, de por sí, prescinde de la existencia de otros hijos. Además, el evangelista subraya esta característica del Niño, pues con el nacimiento del primogénito estaban vinculadas algunas prescripciones de la ley judaica, independientemente del hecho de que la madre hubiera dado a luz otros hijos. A cada hijo único se aplicaban, por consiguiente, esas prescripciones por ser «el primogénito» (cf. Lc 2,23).

3. Según algunos, contra la virginidad de María después del parto estarían aquellos textos evangélicos que recuerdan la existencia de cuatro «hermanos de Jesús»: Santiago, José, Simón y Judas (cf. Mt 13,55-56; Mc 6,3), y de varias hermanas.

Conviene recordar que, tanto en la lengua hebrea como en la aramea, no existe un término particular para expresar la palabra primo y que, por consiguiente, los términos hermano y hermana tenían un significado muy amplio, que abarcaba varios grados de parentesco. En realidad, con el término hermanos de Jesús se indican los hijos de una María discípula de Cristo (cf. Mt 27,56), que es designada de modo significativo como «la otra María» (Mt 28,1). Se trata de parientes próximos de Jesús, según una expresión frecuente en el Antiguo Testamento (cf. Catecismo de la Iglesia católica, n. 500).

Así pues, María santísima es la siempre Virgen. Esta prerrogativa suya es consecuencia de la maternidad divina, que la consagró totalmente a la misión redentora de Cristo.

[L'Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, del 30-VIII-96]

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La TAU; historia y significado

El sábado por la noche hablando con unos amigos me preguntaron por el significado de la tau, siempre la veían colgada en el cuello de la gente, pero desconocían su historia y su significado, les dije que me dieran unos días, que me tenía que preparar la mejor respuesta que les pudiese dar, algo les comenté esa noche, pero muy por encima.

La TAU, es originariamente un símbolo de la antigüedad compartido por muchas culturas.

En la mitología escandinava, el dios del rayo, el dios Thor aparece con un martillo de doble cabeza que se relaciona con esta TAU, como podemos ver en el siguiente dibujo.

También para los egipcios es importante, ya que se ha querido ver en ella la vara de Aaron que Moisés convirtió en serpiente, por ello también la podemos encontrar bajo la definición de cruz egipcia. Estos hechos los podemos leer en el libro del éxodo 7, versículos del 8 al 13:

“El Señor dijo a Moisés y a Aarón: “Cuando os hable el faraón y os diga: Haced algún prodigio, tú dirás a Aarón: Toma tu bastón y échalo delante del faraón. El bastón se convertirá en serpiente.” Moisés y Aarón fueron ante el faraón e hicieron como el Señor les había ordenado. Aarón tiró su bastón delante del faraón y de sus siervos, y se convirtió en serpiente. El faraón llamó también a los sabios y encantadores, y ellos, los magos de Egipto, hicieron lo mismo con sus encantamientos. Tiró cada uno su bastón y se convirtieron en serpientes; pero la serpiente que había salido del bastón de Aarón se comió a las otras serpientes. El corazón del faraón se endureció y no les escuchó, tal y como había dicho el Señor.”

Se dice que los egipcios la utilizaban como amuleto protector ya que representaba la vida, el poder, la sabiduría y la fecundidad.

Pero la TAU es más conocida por ser una letra, tanto del alfabeto griego, como el hebreo, precisamente son las dos lenguas oficiales de la Biblia, y “casualmente” es la única letra que comparten ambos alfabetos.

En griego clásico, es la decimonovena letra de todo el alfabeto (en el griego actual se traduce por taf y no por tau), lo más curioso es que dentro del sistema de numeración griego, bastante complejo por cierto, la letra tau corresponde al 300 y como os imaginareis no es casualidad la importancia de este número a lo largo de la Biblia:

En Génesis 6, 14-16; encontramos las reglas que Dios le pone a Noé para la creación del arca:

“Hazte un arca de maderas resinosas, divídela en compartimentos y calafatéala con pez por fuera y por dentro. Estas serán sus dimensiones: ciento cincuenta metros de largo, veinticinco de ancho y quince de alto”.

Creo que es bastante obvio que hace 3000 no usaban el sistema métrico decimal, ya que el metro se comienza a usar después de la revolución francesa. En el antigüo oriente, se empleaba el cúbito, que en metros se calcula que correspondería aproximadamente a 0,44 metros, por lo tanto, si hacemos el sencillo cálculo de multiplicar los 150 metros (de mi versión de la Biblia) por 0,44 nos da un resultado aproximada de 300. He buscado en diversas traducciones de la Biblia y efectivamente en otras, no han pasado el dato a metros y aparecen los 300 cúbitos como medida dada por Dios.

En el evangelio de Marcos 14, del 3 al 10, volvemos a observar la aparición del número, ya que 300 son los denarios que costaba el perfume que le derramaron a Jesús antes de morir:

“Mientras Jesús estaba en Betania, comiendo en casa de Simón el leproso, llegó una mujer con un frasco lleno de un valioso perfume de nardo puro, y rompiendo el frasco, derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús. Entonces algunos de los que estaban allí se indignaron y comentaban entre sí: “¿Para qué este derroche de perfume? Se hubiera podido vender por más de 300 denarios para repartir el dinero entre los pobres”. Y la criticaban. Pero Jesús dijo: “Déjenla, ¿por qué la molestan? Ha hecho una buena obra conmigo. A los pobres los tienen siempre con ustedes y pueden hacerles bien cuando quieran, pero a mí no me tendrán siempre. Ella hizo lo que podía; ungió mi cuerpo anticipadamente para la sepultura. Les aseguro que allí donde se proclame la Buena Noticia, en todo el mundo, se contará también en su memoria lo que ella hizo”.”

תת

La TAU, como hemos dicho antes la encontramos en el hebreo, como taf o tav, según se cree su auténtico origen está en la letra taw del alfabeto fenicio. Dentro del alfabeto hebreo es la última letra, es decir significa el cumplimiento de la Buena Nueva, de la Palabra Revelada, ya que la Biblia se escribió en hebreo. Su valor numérico es el 400.

Explicado el origen numérico y alfabético de esta letra, no podemos olvidar su forma gráfica, que nos recuerda claramente a la cruz donde murió Cristo.

En la Biblia aparece en varias ocasiones más entre las que destacaré una del antiguo testamento y otra del nuevo. En Ezequiel 9, 4-5; Yaveh le dice a Ezequiel:

“Pasa por la ciudad, recorre Jerusalen y marca con una cruz la frente de los hombres que gimen y lloran por todas las nefastas acciones que se cometen dentro de ella. Sólo se salvará el que tenga la cruz en la frente.”

Precisamente será por este texto gracias al cual a esta cruz se la conoce también como la cruz de las profecías, o cruz del Antiguo Testamento, por haber sido el símbolo elegido por los israelitas para hacer con la sangre de los corderos sobre los postes y dinteles de las puertas en la noche de Pascua en Egipto.

Y casi casi al final, en el Apocalipsis de San Juan, capítulo 7, versículos del 2 al 3, leemos:

“Después de esto vi cuatro ángeles, cada uno de ellos en pie sobre uno de los cuatro ángulos de la tierra. Sujetaban a los cuatro vientos de la tierra, para que dejaran de soplar sobre la tierra y el mar, y no se moviera ni una hoja de un árbol. Luego vi aparecer otro ángel por levante, por donde sale el sol. Era portador del gran sello del Dios vivo, y gritó a gran voz a los cuatro ángeles que habían recibido el poder de dañar la tierra y el mar: ¡Esperad! No hagáis daño a la tierra ni al mar ni a los árboles hasta que no hayamos sellado en la frente a los siervos de nuestro Dios.”

Dejando a un lado todas estas citas Bíblicas tan interesantes, podemos continuar hablando de la TAU, ya que ésta fue fundamental en la vida de dos importantes santos, como observamos en su iconografía.

Hablamos primero de San Antonio Abad, fundador del movimiento eremítico, es decir de los ermitaños. Este curioso personaje vivió en los primeros años del cristianismo, en los siglos III y IV. Pero cuenta la leyenda que en el siglo VI se trasladan sus reliquias a Alejandría, mientras que en el siglo XII se vuelven a trasladar a Constantinopla. Corren los años del 1300 y por estas fechas es fundada la orden de los caballeros del hospital de San Antonio, conocida comúnmente como los “hospitalarios” o la “orden de los antonianos”. Los monjes de esta orden vestían unos negros hábitos con una cruz TAU en medio de sus hábitos. Se dedicaron principalmente a tratar a peregrinos con enfermedades contagiosas como la lepra, la peste, la sarna… En el Camino de Santiago se encuentran numerosos restos de esta orden, por ejemplo la denomiación de hospitaleros para la gente que se dedica a los peregrinos, viene de aquí. En Castrojeriz el camino atraviesa las ruinas del hospital de San Antón.

La razón de la vinculación de la TAU con San Antón, es porque según cuenta Santiago de la Vorágine, en la Leyenda Aurea, el bastón que siempre llevaba San Antón, tenía esta forma, en la imagen poder ver una réplica del siglo XV.

Y por último hablaremos de otro santo, también muy vinculado a la TAU, San Francisco de Asís, en la época en la que vivió el pobre de Asís, el siglo XII, se pensaba que la TAU era un signo que te protegía de la peste y la gente lo solía llevar como un amuleto. Pero para San Francisco fue mucho más que eso, él lo adoptó como su firma, como bien podemos leer en el tratado de los milagros de Tommaso da Celano, su biógrafo, (3 Cel 3);

“La señal de la TAU era la preferida sobre toda otra señal, con ella sellaba Francisco las cartas y pintaba las paredes de las pequeñas celdas.”.

San Buenaventura, fue otro importante biografo de San Francisco, en él se inspirará Giotto para realizar su ciclo de frescos de la Basílica Superior de Asís. De sus Leyenda Mayor (LM) destacamos el siguiente fragmento (4,9):

“El hermano Pacífico, mereció ver de nuevo en la frente de Francisco una gran TAU, que, adornada con variedad de colores embellecía su rostro con admirable encanto. SE ha de notar que el Santo veneraba con gran afecto dicho signo; lo encomiaba frecuentemente en sus palabras y lo trazaba constantemente con su propia mano al pie de las breves cartas que escribía, como si todo su cuidado se cifrara en grabar la cruz TAU -según el dicho profético- sobre las frentes de los hombres que gimen y se duelen (Ez 9,4), convertidos de veras a Cristo Jesús.”

En la siguiente imagen podemos obervar la TAU de Fonte Colombo, que según se dice fue pintada por el mismo Francisco.

Pero no solo en las paredes de los monasterios también se conservan cartas con la firma de San Francisco, por ejemplo este pequeño pergamino que le regaló a Fray León, con la frase: “¡El Señor te bendiga, Fray León!”

En esta otra imagen se ve más claro, ya que es un dibujo copiado del anterior.

En la actualidad la cruz TAU, reune multitud de significados, los que ha ido recopilando a lo largo de toda su historia, desde la más remota antigüedad, se considera un símbolo profiláctico, un amuleto, una protección, pero por encima de todo es un signo cristiano, una cruz, la cruz de San Francisco y de San Antón, la cruz de los peregrinos, es por ello que aparece tantas veces a lo largo de todo el Camino de Santiago.

Pero no solamente aparece en el Camino de Santiago, también en el Camino de San Francisco de Asís, está repleto de señales TAU, como esta que encontramos en el albergue de la Perfetta Letizia, pintada por Angela, su hospitalera.

Bueno el sueño comienza a ganarle la batalla a mis párpados, creo que con esta explicación queda un poquitín más clara la tremenda importancia y el significado tan bonito que tiene esta cruz, verdad? A partir de ahora cuando veais a alguien que la lleve o si vosotros mismos la llevais y alguien os pregunta, ya le podeis dar una explicación de notable.

Espero que no os haya parecido aburrida mi explicación, por mi parte voy a guardar la docena de libros que tengo por encima de la mesa, quedo a vuestra entera disposición, por si teneis alguna duda o cualquier cosa, vale?? Yo no tengo ni idea de nada, pero sé donde buscar, je, je.

Un abrazo muy gordo familia…

…pax et bonum!!!!


Miguel Perles Alabau

“perlegrino”, CLM


Fuente Original: http://perlegrino.marianistas.org/la-tau-historia-y-significado/

jueves, 26 de junio de 2008

OSMTJ -Venezuela, Noticias

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El capitulo Venezuela ha tenido bastantes actividades en estos días previos a la
ordenación que se realizara en mayo de este año 2008.
Previa a una reunión con
intelectuales, militares e historiadores, se
realizo una reunión con periodistas y
representantes de una pequeña comisión
para preparar la cena conferencia reunión
que tendría lugar en la sede de la OSMTJ,
y en donde también se realizaría el retiro.
Para el jueves 21 de febrero más de treinta personas entre intelectuales, diplomáticos e
historiadores recibieron una conferencia en donde se proyectaron algunos videos que agradecemos a nuestro hermano Fr.+ Joseph Juan Buxeda Gran Prior de España.

Se proyectaron los últimos momentos de Jacques de Molay, marco que sirvió para
hablar del resurgimiento de la orden. Se expuso el proyecto México-Venezuela y la
catolicidad de nuestra orden. Motivo que abrió la confianza de los presentes, tanto como
historiadores y diplomáticos, ya que aseguraron que la orden nació para la iglesia
católica y que está basada en sus reglas. Lamentablemente se distorsiono mucho el
proyecto de la orden a raíz de la persecución de los templarios por el Rey Felipe V El
Hermoso.
La cena se ambiento en torno a la época Medieval, gracias a nuestro “Maestro de
Ceremonias” Sor.+ Sorcire Espinoza, quien dio gala de atención y amabilidad. Se
degustaron exquisitos platillos entre ellos Carne al estilo Medieval a las Brasas
magistralmente cocinadas por el hermano de origen argentino Carlos Borghi a quien
todos los presentes aplaudieron aprobatoriamente.
Después de esta reunión, nos preparamos para el primer retiro del cuerpo directivo.

Este primer retiro es para la preparación del retiro final para las investiduras que se
realizaran para mayo. El comendador comenzó el retiro con los laúdes muy temprano ya
que los hermanos de caracas estaban en la sede desde las 5 a.m.

Después del desayuno, preparado por nuestro canciller el hermano Fr.+ Arturo Burillo,
(bollos de maíz tierno y café con leche), se procedió a iniciar el retiro con una
meditación sobre el llamado de Dios y las reglas templarías.
La hermana Fr.+ Solcire Espinoza “Maestra de Ceremonias” explico todo lo referente a
la investidura de la cual solo contó lo que se podía contar ya que hay sorpresas. Ella es
la encargada de toda la organización.
Luego pasamos a la sala de video donde se proyectaron varias películas sobre el temple
y se realizo una mesa redonda sobre la espiritualidad templaría y sobre la misión del
templario hoy.

La hermana Sor.+ Raiza Burillo “Arkarius de la Orden” estuvo a cargo de la parte financiera de la misma y de los proyectos que cada hermano debe presentar para un buen sustento de las obras de caridad y el sustento propio de la orden. En la noche todos degustamos de sendos choripanes preparados por el hermano Fr.+Arturo y pasamos hasta las 12 de la noche de una velada de ensueño con los anhelos de un Temple, católico, con aires de fundadores, un temple en donde no se critique y se respete a todos los hermanos.

Próximamente el Comendador y el Canciller tendrán una reunión importantísima con el
alto clero de Venezuela con el objeto de presentar nuestros proyectos que –claro estáserán
de gran interés por parte del ámbito castrense.

Partimos del punto en que los templarios nacimos para defender la civilización
Occidental que es la cristiana y ese es nuestro norte en Venezuela. Claro está,
respetando a los demás hermanos templarios de otros credos o confesiones como la
ortodoxa, la anglicana o la luterana, todas iglesias históricas cristianas constituidas.
Pronto tendremos nuestras investiduras y nos estamos preparando en aquellos sitios en
donde se efectuaran los eventos, todo un trabajo de hormiga llevado o dirigido por la
hermana sor.+ Solcire Espinoza, acompañada de un grupo de Caballeras y Damas tales
como la Hermana Sor.+ Maria Josefina Valera que será la encargada de la música y los
cantos, ya que ella posee una fundación de niños cantores y que ahora pasaran a formar
parte del temple como escuderos cantores del temple. La hermana Sor.+ Raiza Burillo,
nuestra Arkarius, quien está formalizando los aspectos económicos del capítulo y así
tener listo todo el presupuesto que conlleva toda ceremonia Templaria.

Son muchos más los hermanos, son muchos más los proyectos, con un común
denominador “un trabajo desinteresado para mayor Gloria de Dios” como dice
nuestro hermano Fr.+ Arturo Burillo.

Un templario como en cualquier orden debe tener un mínimo de tres años de
preparación. Muchos han sido los que han pasado, pero solo llegan los más preparados
espiritualmente ante los ojos del señor para ser templarios.

Todo un trabajo de hormiga, donde nuestra única espada ha sido siempre la
oración.

Non Nobis.