miércoles, 25 de febrero de 2009

Entre patología psiquiátrica y satanismo cultural (II)



ROMA, miércoles 25 de febrero de 2009 (ZENIT.org).- La actual crisis de las relaciones interpersonales explica la fragilidad psíquica de las personas en estos momentos, considera el presidente de la Asociación Italiana de Psicólogos y Psiquiatras Católicos.

El doctor Tonino Cantelmi, en la segunda parte de esta entrevista concedida a ZENIT (Cf. 24 de febrero de 2009), desvela los escenarios de depresión, malestar y angustia que a menudo abren las puertas al satanismo, como respuesta fácil e inmediata a la búsqueda del sentido de la vida.



--En la anterior conversación hablábamos de los orígenes del delirio, pero hay otro fenómeno que generalmente se mezcla con el delirio, el trastorno de la percepción...

--Cantelmi: Sí, y las percepciones pueden ser de diversos tipos: tenemos ilusiones, alucinaciones, las paraedolias y las pseudoalucinaciones. Las ilusiones, que son errores compatibles con el estado emocional del sujeto, pertenecen a la humanidad de nuestro ser, no dan lugar a patologías. Son las alucinaciones las que dan lugar a patologías. Cuando se trata de paraedolias, veo una mancha en la pared y me parece un animal, son pseudoalucinaciones. Muchos no hablan de oír voces, pero lo comprendes porque mientras les hablas parece que estén escuchando otra cosa. Quizá la voz le está diciendo: "Te puedes fiar" o "no te fíes".

Aquí nos encontramos ante una falsa percepción sensorial no asociada a estímulos externos. Puede incluso darse una interpretación delirante de la experiencia alucinatoria. Algunas alucinaciones que acompañan el adormecerse se llaman hipnagógicas y se dan también en contextos normales. Podemos tener formas de alucinación cuando nos dormimos o nos despertamos, pero no son patológicas. Las alucinaciones pueden también ser de mando: las más frecuentes son las auditivas; las visuales se dan sobre todo en los estados de excitación maniacal, en la cual el sujeto ve e interactúa con divinidades; las olfativas, las más frecuentes, está ligadas a alucinaciones relativas al olor de azufre, y las táctiles son muy interesantes y muy extendidas: se tiene la sensación de que alguien o algo, algún insecto, alguna realidad o entidad tienen que ver conmigo. Especialmente si hay una estructura de personalidad histérica, lo más frecuente es la percepción de relaciones sexuales.

La esquizofrenia es una patología inmensa. Es el gran enigma de la psiquiatría. Sobre la esquizofrenia tenemos muchísimo conocimiento pero no tenemos ni conocimientos definitivos ni intervenciones farmacológicas o terapéuticas resolutivas. Hay un gran número de pacientes esquizofrénicos con las formas más extrañas, más extravagantes, más clamorosas, más escondidas. La vieja histeria se ha descompuesto, por la actual nosografía, en varios grupos sintomáticos: Los trastornos somatoformes, el trastorno histriónico de personalidad, y la fuga psicógena.

Actualmente, asistimos a una trasformación de los trastornos de la ansiedad hacia trastornos somatoformes, es decir síntomas físicos de todo tipo que no se incluyen en patologías médicas de origen psicológico. Un ejemplo es la ceguera histérica, cuando alguien que no ve (y recupera la vista en la noche de Pascua) como le sucedió a una paciente mía histérica. Es un caso específico que he seguido personalmente. A otro tipo de histeria lo hemos llamado trastorno de personalidad histrionico, en personas especialmente sugestionables, necesitadas de atenciones y muy dependientes. Otros trastornos histéricos los hemos convertido en la fuga psicógena: el sujeto de repente se escapa de casa y ya no recuerda nada, tienen amnesia sobre lo que han hecho; o el sujeto olvida todo lo que le sucedió sin un evento traumático.

Luego están los trastornos de personalidad. Gran parte de ellos contaminan a muchas de las personas que vienen a pedir ayuda. Todas las formas disociativas, los trastornos de control de los impulsos. Nuestra sociedad, que es extremadamente eficiente, hipercontrolada, ve el incremento del trastorno del control de los impulsos. El sujeto pierde el propio control de repente, en contextos impropios. Se hace agresivo y deshace todo y no logra soportar la tensión y grita. En general, tiene que ver con el área de la agresividad, las formas de transdisociación. Son sujetos que afrontan formas de suspensión de la conciencia según un fundamento disociativo. Se da por ejemplo en quien usa mucho el ordenador.

Un cuadro sobre el que a menudo los padres piden iluminación es el del niño incontenible, que nunca está quieto, que no escucha, que no controla los impulsos, es el trastorno de déficit de atención e hiperactividad, un cuadro de un niño vivaz que parecería ser presa de un espíritu que le hace hacer mil cosas. Los progenitores no logran contenerlo. El niño en realidad tiene un déficit de atención, es tan veloz que no logra mantener la atención un segundo en lo que le estoy diciendo. Si entra en un supermercado, pone patas arriba todo el supermercado porque se siente atraído por todo con una velocidad extraordinaria.

Algunos que tienen hiperactividad -que no se asocia al retraso mental-- se han convertido en verdaderos genios: como es el caso de Mozart. La sociedad actual asiste a un incremento del número de niños hiperactivos, incontrolables, como si tuvieran un muelle que salta de repente. Además, mientras antes nos impresionaba el abuso de un adulto sobre un niño, hoy estamos impresionados por los abusos de los niños hacia otros niños, un fenómeno muy significativo.

--¿En qué se basa la fragilidad del hombre actual?

--Cantelmi: Hay raíces que un psiquiatra nota y que están en la base de esta nueva fragilidad de nuestro tiempo, ligada sobre todo a la crisis de las relaciones interpersonales. El tercer milenio se caracteriza por una relación "tecno-mediatizada". Hoy no hay nada más difícil, más complejo, más incomprensible que una relación interpersonal estable y duradera. Se teoriza, por ejemplo, sobre la "polifidelidad", es decir la imposibilidad de ser fieles a una sola persona.

"Be happy", un sitio de psiquiatría cosmética, se dirige a las mujeres y afirma que la idea romántica de un hombre durante toda la vida es una idea hoy imposible; si sois románticas, podéis ser entonces "polifieles", fieles a varios hombres. Por tanto, fiel a tu marido en cuanto madre, fiel a tu jefe en cuanto mujer de carrera, fiel a tu amante más joven que tú, en cuanto mujer transgresora.

No sólo es imposible que tú, en la plenitud de ti mismo, puedas darte a otra persona sino que es también imposible que puedas darte a otra persona por largo tiempo. Se teoriza así la monogamia intermitente: fiel sí, pero por poco tiempo. La "polifidelidad" y la monogamia intermitente son sólo dos ejemplos de cómo hoy se considera frágil la dimensión afectiva.

Las raíces de esta crisis se pueden encontrar en la búsqueda exasperada de emociones: estoy bien contigo porque experimento emociones intensas; no siento nada por ti y por esto busco nuevas emociones. La relación interpersonal se convierte por tanto en algo inmediato, no tiene pasado ni futuro. Esto explica la búsqueda de comportamientos compulsivos, de dependencias comportamentales, el uso de la cocaína, etc.

Hay en internet un vídeo que reúne todo esto: la búsqueda exasperada de emociones mediante la cocaína, a través de la transgresión, la imposibilidad de entrar en relación con otro, la soledad, la ambigüedad y el narcisismo. Este vídeo no comercial dice exactamente, aunque en modo extremo, hacia dónde vamos. Lo ha puesto en la red Marylin Manson con una serie de pequeños signos satánicos, transgresores a su modo. Se ve a un hombre solo, desesperado, que busca contactos, este hombre se ha cortado el corazón (el 'cutting' es un signo satánico), es un hombre ambiguo, ni hombre ni mujer, andrógino; ha profanado la Biblia, esnifando sobre ella cocaína. Gracias a este poco de cocaína, entra en una relación sexual de tipo impersonal, en la que no hay ya personas sino sólo trozos de carne. Lo que aparece es un mundo hecho de todo, donde el otro es una ocasión para masturbarse; es el hombre que se está cerrando todavía más en sí mismo y acaba muriendo en una especie de suicidio.

La otra raíz de la fragilidad es la ambigüedad, la renuncia al propio papel. El tema de la ambigüedad hace saltar por los aires la responsabilidad, el papel de la pareja. Hoy todo es fluido, no hay masculino y femenino.

Por último, la otra gran raíz es el desarrollo del narcisismo. El hombre de hoy sufre, está en crisis por su incapacidad de relación con el otro y se dirige hacia un mundo hecho de tristezas, depresión, compulsiones y trastornos de la personalidad. La tecnología promete la salvación haciendo comprender que todos estos problemas se pueden resolver, renunciando a la relación cara a cara, y proponiéndole un mundo virtual, lleno de emociones, narcisismo, ambigüedad y enmascaramiento.

Por Mirko Testa, traducido del italiano por Nieves San Martín

Fuente: http://www.zenit.org/article-30329?l=spanish