Al fundarse en 1561 la Villa de San Cristóbal, al frente de Táriba en el valle de Santiago, se dieron las condiciones para el asentamiento del convento de padres Agustinos, el superior de los religiosos que ya había visitado el poblado de los Taribas, envió a dos de sus sacerdotes para que se encargaran de la evangelización y atracción de esas gentes a las costumbres europeas. Estos hijos de San Agustín, equipados tan solo del breviario y de una tablita donde estaba pintada la Virgen de la Consolación, tomaron rumbo al poblado.
Llegaron ya casi de noche a las orillas de rio Torbes, que bajaba con aguas muy abundadas, pero ellos tenían que pasar. Ataron a una vara de caña brava el cuadro de la Virgen y agarrados ambos de la caña, encomendándose a la Virgen, la cual les hizo pasar con facilidad el rio, en tanto que una misteriosa luz les iluminaba el paso en la oscuridad de la noche.
Llegados al lugar donde hoy está la Plaza Bolívar de esa población, allí hincaron la vara en tierra con la imagen de la Virgen colgando de ella. Y así empezaron su trabajo de evangelización esa misma noche. En el lugar donde clavaron la estaca, empezaron la construcción de la rustica primera capilla que fue el primer centro de devoción mariana.
Al final del siglo XVI, llego a Táriba a visitar a la familia Zamora, el alférez y encomendero de Pamplona de la Nueva Granada, Juan Ramírez Andrade. Por casualidad, la casa de Zamora estaba en el mismo lugar en que la india había aislado la tabla, donde se almacenaban los granos aun estaba en servicio. Uno de aquellos días, coincidentes con la visita de Ramírez de Andrade, los hijos de Zamora, Pedro, Gerónimo y Antonio, decidieron, después de almorzar, organizar una partida de pelota; mas en el transcurso del juego una de las paletas se rompió, por lo que entraron al granero en busca de una tabla para reemplazar la paleta rota. Hallaron la tabla en la que la Virgen había estado pintada; la tomaron y trataron de romperla para darle la forma de paleta, mas la paleta fue demasiado dura para romperla. Además advirtieron que en la medida que golpeaban la tabla esta sonaba como un tambor. Con ello llamaron la atención de la señora Zamora quien les regaño por estar tratando de romper la tabla en la que la imagen había estado dibujada; la tomo y la llevo al granero nuevamente, dejándola colgada en una de las paredes.
Inmediatamente a la reaparición del prodigio pictórico de la Virgen de la Consolación, en los elementos de su composición, como obra que recobra su pérdida nitidez, comenzaron a manifestarse las bondades de La Virgen de la Consolación con curaciones y expresiones confirmadoras de su deseo de dar a cuantos acuden a Ella.
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