Rusia es el país más creyente de Europa. Esto explica la atención de Benedicto XVI, que quiere establecer una colaboración para defender los valores cristianos en contra la secularización galopante
MARCO TOSATTIROMALA IGLESIA ORTODOXA RUSA |
Una mayoría aplastante de rusos creen en Dios: el 1,82 por ciento, según una encuesta publicada por la fundación “Public opinión” y de “Wednesday”, una institución de carácter sociológico ligada al departamento sinodal de la Iglesia ortodoxa rusa para los jóvenes. La encuesta se ha hecho con base en preguntas durante los últimos meses a 1500 personas desde 18 años de edad y residentes en 44 regiones rusas.
El resultado parece realmente sorprendente. En un país en el que por generaciones se ha enseñado el ateísmo y que ha hospedado no sólo facultades universitarias sino también, al menos, un museo sobre este tema y desde donde se ha intentado difundirlo a muchas partes del mundo, sólo el 13 por ciento de los entrevistados sobre este tema se declararon ateos de manera firme, el 5 por ciento, sin embargo, lo hacía de modo dubitativo.
Los ateos son en su mayoría hombres, (el 68%); las mujeres llegan sólo al 32%. El ateísmo parece más presente en las escalas sociales más bajas: trabajadores o pobres que no tienen ni si quiera para comer.
El 27 por ciento de los que han declarado creer en la existencia de Dios no pertenecen a ninguna religión organizada. Esta es la respuesta del 34% de los jóvenes entre los 18 y los 24 años y del 38% de los estudiantes.
El 4% se declara musulmán, pocos son los budistas, los católicos, los protestantes y los judíos. El 50% de los creyentes se declara cristiano ortodoxo y pertenecen en su mayoría a la Iglesia ortodoxa rusa. Entre los ortodoxos hay más mujeres, (62%) que hombres (38%). El 40% de los ortodoxos vive en ciudades con al menos 250 mil habitantes, pero la pertenencia al Patriarcado parece ligada, en muchos casos, a una cuestión étnico-nacionalista, más que a la práctica. Sólo el 3% afirma que va a la iglesia una vez por semana. En una comparación con otros países europeos Rusia ocupa la parte alta de la tabla en cuanto a naciones religiosas. Según una encuesta de Interfax, los no creyentes son el 37% en Alemania, el 31% en Gran Bretaña el 34% y en Bélgica el 36%.
No es sorprendente que el alcalde de Moscú, Sergey Sobyanin, haya declarado recientemente que no habrá ningún retraso en el programa que prevé la construcción de doscientas nueve iglesias ortodoxas en Moscú. Quince parcelas de terreno han sido ya adjudicadas a la iglesia ortodoxa rusa y otras cinco lo serán próximamente. Los trabajos han ya comenzado en 80 parcelas. «Doscientas nueve iglesias no resolverán el problema, pero cambiarán la situación de manera radical, ya que tendremos la posibilidad de trabajar con la gente en las iglesias a poca distancia de donde viven» ha declarado el patriarca Kirikk. Si el programa se concreta, «cambiaremos la imagen religiosa de Rusia» ha concluido el jefe fe la Iglesia ortodoxa.
El patriarcado de Moscú, después de los años del ateísmo de Estado, se encuentra en este momento a la amenaza de la progresiva secularización. «El secularismo, como en la pasada Unión Soviética», lleva a una nueva alianza entre los ortodoxos y los cristianos de otras confesiones para afrontar los desafíos comunes. Los signos de una colaboración inédita «son visibles a nivel diplomático, pero también a pie de campo» declara Jean François Thiry, de 44 años, uno de los pocos protagonistas del renovado clima entre la Iglesia rusa ortodoxa y la católica. Holandés, pero «naturalizado» ruso, culturalmente aunque no jurídicamente, es el director de una pequeña casa editorial, la Biblioteca del Espíritu, que ha comenzado a imprimir los primeros libros religiosos y se ha establecido en el corazón de Moscú con un centro cultural, ‘Pokrovskie Vorota’, que se ha convertido en un centro de encuentro emblemático entre la fe y la sociedad también para el Patriarcado de Moscú.
«Desde 1993 buscamos la oportunidad para trabajar juntos católicos y ortodoxos – cuenta Thiry – pero es como si en los últimos años se hubiera hecho más claro el deseo los líderes que trabajan juntos para obtener mejores resultados. Lo que ha cambiado de manera evidente, continua Thiry, es como se recibe por parte de los ortodoxos los mensajes que llegan desde el Vaticano. Basta mirar como viene acogido lo que dice Benedicto XVI hoy: con una grandísima atención y una actitud positiva a priori» Lo que es impensable con Juan Pablo II, es que «en Rusia no ha estado leído o entendido, quizás debido a nosotros mismos católicos que, por culpa de prejuicios o simplemente de falta de madurez».
También por el temor que el carisma excepcional del primer papa eslavo pudiera suscitar sobre los creyentes ortodoxos. Me acuerdo de un viaje a Lviv. Juan Pablo II, anciano y enfermo, caminó kilómetros entre la muchedumbre. Los fieles de las parroquias ortodoxas con sus lábaros y los Popes, esperaban de rodillas el paso del Papamóvil. Siempre he pensado que aquella imagen haya dado un golpe mortal a las posibilidades de una visita ténue del Papa a Moscú.