Mito 2: Los cristianos occidentales fueron a las cruzadas porque su avaricia los motivó a saquear a los musulmanes para hacerse ricos
Nuevamente, no es verdad. Una versión del discurso del Papa Urbano II en Clermont en 1095 en la que alienta a los guerreros franceses a embarcarse en lo que sería conocido como la Primera Cruzada sí hace referencia a que podrían “echar a perder los tesoros (del enemigo)”, pero esto era nada más que una observación sobre la usual manera de financiar la guerra en la sociedad antigua y medieval.
Fulcher de Chartres sí escribió en los inicios del siglo XII que aquellos que habían sido pobres en Occidente se harían ricos en Oriente como resultado de sus esfuerzos en las Primeras Cruzadas, sugiriendo obviamente que otros podrían hacer lo mismo. Es necesario leer esto en contexto, que en ese momento era una falta crónica y fatal de mano de obra para la defensa de los estados cruzados. Fulcher no era del todo engañoso cuando decía que alguien podría volverse rico como resultado de las cruzadas, pero no estaba siendo del todo honesto tampoco, porque para muchos participantes, las cruzadas fueron increíblemente caras.
Como Fred Cazel señala, “pocos cruzados tenían suficiente dinero para pagar sus obligaciones en casa y mantenerse decentemente en las cruzadas”. Desde el principio mismo, las consideraciones financieras fueron importantes en la planeación de la cruzada. Los primeros cruzados vendieron tantas de sus posesiones para financiar sus expediciones que generaron una extendida inflación.
Aunque los siguientes cruzados tomaron esta consideración en cuenta y comenzaron a ahorrar mucho antes de embarcarse en esta empresa, el gasto seguía estando muy cerca de lo prohibitivo. Pese al hecho de que el dinero no jugó un rol esencial en las economías europeas en el siglo XI, había un “consistente y persistente flujo de dinero” de Occidente a Oriente como resultado de las cruzadas y las demandas financieras de las mismas causaron “profundos cambios económicos y monetarios en Europa y en el Levante”.
Una de las principales razones para el financiamiento de la Cuarta Cruzada, y su desvío a Constantinopla, fue el hecho de que se quedaron sin dinero antes de que se iniciara adecuadamente, y estaban tan endeudados con los venecianos que no pudieron controlar su propio destino. La Séptima Cruzada de Luis IX a mediados del siglo XIII costó seis veces más que el ingreso anual de la corona.
Los Papas recurrieron a tácticas incluso más desesperadas para recaudar dinero y financiar las cruzadas, desde la institución del primer impuesto a los ingresos en la primera parte del siglo XIII hasta hacer una serie de ajustes en la manera en que las indulgencias eran manejadas, lo que eventualmente llevó a ciertos abusos condenados por Martín Lutero. Incluso en el siglo XIII, muchos de quienes planeaban las cruzadas asumían que sería imposible atraer una suficiente cantidad de voluntarios para realizarlas, y participar de las cruzadas se convirtió en una especie de provincia de reyes y Papas, perdiendo su carácter popular original.
Cuando el Hospitaller Master Fulk de Villaret escribió sobre las cruzadas al Papa Clemente V cerca al 1305, subrayó que “sería una buena idea si el Señor Papa dispusiera algunas medidas para reunir un gran tesoro, sin el que esta misión (la cruzada) sería imposible”. Algunos años después, Marino Sanudo estimó que costaría cinco millones de florines en más de dos años efectuar la conquista de Egipto. Aunque no lo dijo, y tal vez no se dio cuenta de ello, la suma necesaria simplemente era una meta imposible de lograr.
En ese tiempo, las autoridades más responsables en Occidente habían llegado a la misma conclusión, lo que explica por qué se lanzaron cada vez menos cruzadas desde el inicio del siglo XIV.
En breve: muy pocos se hicieron ricos con las cruzadas, y sus números fueron empequeñecidos sobremanera por quienes quebraron. Muchos en el medioevo eran muy conscientes de eso y no consideraron a las cruzadas como una manera de mejorar su situación financiera.
Continuara...