Su nombre
era María, que significa "preferida por Dios", y era natural de Magdala en Galilea; de ahí su sobrenombre de
Magdalena. Magdala, ciudad a
la orilla del Mar de Galilea, o Lago de Tiberiades.
Jesús, al dar su Espíritu a sus apóstoles, les dijo que perdonasen
los pecados conforme se lo habían visto a Él hacer: y la liturgia nos recuerda
hoy un ejemplo, que será siempre famoso, de la misericordia del Salvador con los
que se duelen de sus pasados extravíos.
María, hermana de Marta y Lázaro, era pública pecadora, hasta que
tocada un día por la gracia, vino a rendirse a los pies del Señor. “No te
acerques a mí, porque estoy puro”, le dirían los soberbios; pero el Señor, al
contrario, la recibe y perdona. Por eso Jesús, “acoge bondadoso la ofrenda de
sus servicios”, y le ofrece para siempre un sitial de honor en su corte real. La
contrición transforma su amor. “Por haber amado mucho, se le perdonan muchos
pecados”. Movido por sus ruegos resucita Jesús a Lázaro, su hermano, y cuando
Jesús es crucificado, le asiste, más muerta que viva; preguntando, como la
esposa de los Cantares, a dónde han puesto su esposo Divino, Cristo la llama por
su propio nombre, y mándale llevar a los discípulos la nueva de su Resurrección.
Cuatro menciones en los Evangelios:
1) Los siete demonios. Lo primero que dice
el Evangelio acerca de esta mujer, es que Jesús sacó de ella siete demonios
(Lc 8,2), lo cual es un favor grandísimo, porque una persona poseída por
siete espíritus inmundos tiene que haber sido impresionantemente infeliz. Esta
gran liberación obrada por Jesús debió dejar en Magdalena una gratitud
profundísima.
Nuestro
Señor decía que cuando una persona logra echar lejos a un mal espíritu, este se
va y consigue otros siete espíritus peores que él y la atacan y así su segundo
estado llega a ser peor que el primero (Lc 11,24). Eso le pudo suceder a
Magdalena. Y que enorme paz habrá experimentado cuando Cristo alejó de su alma
estos molestos espíritus.
A
nosotros nos consuela esta intervención del Salvador, porque a nuestra alma la
atacan también siete espíritus dañosísimos: el orgullo, la avaricia, la ira, la
gula, la impureza o lujuria, envidia, la pereza y quizás varios más. ¿Quién
puede decir que el espíritu del orgullo no le ataca día por día? ¿Habrá alguien
que pueda gloriarse de que el mal espíritu de la impureza no le ha atacado y no
le va a atacar ferozmente? Y lo mismo podemos afirmar de los demás.
Pero hay
una verdad consoladora: Y es que los espíritus inmundos cuando veían o
escuchaban a Jesús empezaban a tembar y salían huyendo. ¿Por qué no pedirle
frecuentemente a Cristo que con su inmenso poder aleje de nuestra alma todo mal
espíritu? El milagro que hizo en favor de la Magdalena, puede y quiere seguirlo
haciendo cada día en favor de todos nosotros.
2) Se
dedicó a servirle con sus bienes. Amor con amor se paga. Es lo que
hizo la Magdalena. Ya que
Jesús le hizo un gran favor al librarla de los malos espíritus, ella se dedicó a
hacerle pequeños pero numerosos favores. Se unió al grupo de las santas mujeres
que colaboraban con Jesús y sus discípulos (Juana, Susana y otras). San Lucas
cuenta que estas mujeres habían sido liberadas por Jesús de malos espíritus o de
enfermedades y que se dedicaban a servirle con sus bienes (Lc 8,3).
Lavaban la ropa, preparaban los alimentos; quizás cuidaban a los niños mientras
los mayores escuchaban al Señor; ayudaban a catequizar niños, ancianos y
mujeres, etc...
3)
Junto a la cruz. La tercera vez que el Evangelio nombra a Magdalena es
para decir que estuvo junto a la cruz, cuando murió Jesús. La ausencia de
hombres amigos junto a la cruz del Redentor fue escandalosa. Sencillamente no se
atrevieron a aparecer por ahí. No era nada fácil declararse amigo de un
condenado a muerte. El único que estuvo junto a Él fue
Juan. En cambio las mujeres se mostraron mucho más valerosas en esa hora trágica
y fatal. Y una de ellas fue Magdalena.
San
Mateo (Mt 27,55), San Marcos (Mc 15, 40) y San Juan (Jn 19,
25) afirman que junto a la cruz de Jesús estaba la Magdalena. En las
imágenes religiosas de todo el mundo los artistas han pintado a María Magdalena
junto a María, la Madre de Jesús, cerca de la cruz del Redentor agonizante, como
un detalle de gratitud a Jesús.
4)
Jesús resucitado y la Magdalena. Uno de los datos más consoladores del
Evangelio es que Jesús resucitado se aparece primero a dos personas que habían
sido pecadoras pero se habían arrepentido: Pedro y Magdalena. Como para
animarnos a todos los pecadores, con la esperanza de que si nos arrepentimos y
corregimos lograremos volver a ser buenos amigos de Cristo.
Los
cuatro evangelistas cuentan como María Magdalena fue el domingo de Resurrección
por la mañana a visitar el sepulcro de Jesús. San Juan lo narra de la siguiente
manera:
"Estaba
María Magdalena llorando fuera, junto al sepulcro y vio dos ángeles donde había
estado Jesús. Ellos le dicen: - ¿Mujer, por qué lloras? - Ella les responde: -
Porque se han llevado a mi Señor, y no sé donde lo han puesto.
Dicho
esto se volvió y vio que Jesús estaba ahí, pero no sabía que era
Jesús.
Le dice
Jesús: - ¿Mujer por qué lloras? ¿A quién buscas?
Ella,
pensando que era el encargado de aquella finca le dijo: - Señor, si tú lo has
llevado, dime donde lo has puesto, yo me lo llevaré.
Jesús le
dice: '¡María!'
Ella lo
reconoce y le dice : '¡Oh Maestro!' (y se lanzó a besarle los pies).
Le dijo
Jesús: - Suéltame, porque todavía no he subido al Padre. Vete donde los hermanos
y diles: 'Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios a vuestro Dios'.
Fue
María Magdalena y les dijo a los discípulos: - He visto al Señor, y me ha dicho
esto y esto." (Jn. 27, 11).
Esta
mujer tuvo el honor de ser la encargada de comunicar la noticia de la
resurrección de Jesús.