lunes, 31 de mayo de 2010
¿Donde Jesús llamó a Pedro "Papa"? I
Reflexiones a los interrogantes más comunes de los protestantes sobre el oficio petrino.
Por José Miguel Arráiz
Una de las doctrinas más rechazadas por los hermanos protestantes es precisamente la doctrina del primado de Pedro. Pude comprobarlo cuando recientemente platicando con uno me preguntaba de forma insistente una y otra vez:
“Pero ¿Donde Jesus llama a Pedro "Papa de Roma" "Jefe de los apóstoles" "infalible" donde?”
Si se han tomado el tiempo de dialogar con protestantes, seguramente habrán escuchado preguntas similares muchas veces: “¿Donde dice la Biblia que Dios es una Trinidad?” , “¿Donde dice la Biblia que se ha cambiado el día de reposo del sábado el domingo?” , “¿Dónde dice esto?, ¿Dónde dice aquello?, ¿Dónde? ¿Dónde? Y ¿Dónde?…” . Es allí donde nos toca a los católicos dar razon de nuestra fe.
Y precisamente para responder esta pregunta, hay que entender abordar primero cual es la esencia del Papado, porque si no nunca se va a comprender donde está el papado en la Biblia.
Pero ¿Donde llama Jesús a Pedro “Papa”, “jefe de los apóstoles”, “infalible”?
Aquí, la respuesta simple y llana es: EN NINGUNA PARTE….
Si, en ninguna parte, así como en ninguna parte leemos la palabra Trinidad, la encarnación, una lista de los libros que forman parte del canon, y muchas otras cosas que los mismos protestantes suelen aceptar. Y es que en la Escritura como testimonio de la Revelación se encuentran verdades implícitas y explícitas, y sobre muchas de ellas, la comprensión que ha tenido el pueblo de Dios ha ido aumentando con el paso del tiempo.
Y así como la comprensión va aumentando, también la terminología que se ha venido utilizando va enriqueciéndose, logrando así expresar de forma más precisa lo que la Iglesia ha creído y creerá siempre. (De allí se deriva que hoy podamos llamar al sucesor del ministerio ejercido por el apóstol Pedro “Papa”, o al Dios revelado en Tres Personas Divinas “Trinidad”).
El problema aquí de mi amigo protestante es haber venido con la pregunta equivocada, porque una pregunta equivocada siembre obtendrá la respuesta equivocada. La doctrina del papado no depende de su terminología, ni tampoco del estilo en que haya sido ejercido a lo largo de la historia, pero precisamente de estos dos puntos quiero profundizar.
La doctrina del Papado no depende de la terminología
Hoy podríamos no llamar al sucesor de Pedro “Papa”, podríamos referirnos a él de cualquier otra forma y eso no cambiaría la esencia del papado. Lo que importa realmente no es la terminología sino lo que esta terminología pretende explicar.
La doctrina del Papado no depende del estilo con que haya sido ejercido a lo largo de la historia
Muchos protestantes que no “encuentran” un Papa en los primeros siglos cristianos fallan en no entender la esencia del Papado. Si su búsqueda la centran en alguien portando el título de “Papa”, con espléndidas ropas, aspecto pomposo y casi dictatorial, demandando que todos los cristianos sigan sus decretos sin preguntas (La imagen que la mayoría de los protestantes tienen del Papado) no lo encontrarán. Es oportuno citar aquí el comentario del apologista católico Mark Bonocore:
“No vamos a decir que la perspectiva protestante no tiene absolutamente ninguna validez. Por el contrario, es algo cierto decir que los Papas de Roma han actuado con un estilo autocrático y dictatorial en muchas ocasiones en la historia cristiana. Sin embargo, el estilo del Papado no define al Papado mismo, ni define su existencia en la Iglesia primitiva”.
Mark Bonocore: Debate con Jason Engwer, Palabras de apertura.
Así, no debemos tener problema en aceptar que dicho estilo de Papado no existía, o ha ido variando y evolucionando a medida que la Iglesia ha enfrentado diferentes retos y situaciones históricas, pero el Papado mismo (propiamente definido) existió desde el mismo momento en que Cristo encomendó a Pedro apacentar las ovejas y corderos de su rebaño, y le entregó las llaves del reino de los cielos.
Pero ¿Cual es la esencia del Papado para que podamos reconocerla a lo largo de Escritura y la Tradición?. Mark nos da un concepto bien concreto y resumido:
“El Papado es el ministerio de pastor supremo con poder de jurisdicción de mantener la unidad universal y ortodoxia dentro de la Iglesia Cristiana”
¿Fue ejercido ese ministerio por Pedro, y luego lo hicieron los obispo en Roma desde los primeros siglos cristianos hasta hoy? Allí debo responder sin dudar de forma afirmativa.
La esencia y el ejercicio del Papado en la Escritura
Si hubo días importantes en la vida de Pedro, uno de ellos fue seguramente el día en que Jesús le dió un nuevo nombre. Y es que quizá hoy día que a alguien se le cambie el nombre no tiene quizá mucho significado. Casi siempre los artistas lo hacen antes de comenzar su carrera para que encaje mejor en el mundo del espectáculo, otros simplemente porque están enojados con el nombre que sus padres quisieron darles. “¡Por qué demonios me tuvieron que llamar Filomena!” “¡Como se les ha ocurrido llamarme Pancracio!” se quejan algunos. Sin embargo, en la antiguedad los nombres tenían una profunda importancia, y mucho más cuando Dios mismo era quien cambiaba o asignaba el nombre a alguna persona. Este cambio de nombre venía acompañado de un profundo cambio en la vida de la persona, una nueva función, una nueva identidad.
Así, si repasamos brevemente la Biblia, encontraremos no pocos trascendentales cambios de nombre: Abram por Abraham en Génesis 17,3-6 (porque sería “padre de naciones”), Sarai por Sara en Génesis 17,16 (“madre de reyes”, “princesa fecunda”), Jacob por Israel en Génesis 32,28 (porque “luchó con Dios y los hombres y venció”), e inclusive el nombre mismo de Jesús en Mateo 1,21 (Dios salvador, porque salvaría al pueblo de sus pecados).
Pues así como ellos, le llegó el día a Simón. Estando Jesús reunido con sus discípulos les pregunta: “¿quien dicen los hombres que soy Yo? ”, a lo que como siempre él, llevando la delantera sobre el resto de los discípulos, se apresura a contestar: «¡Tú eres el Cristo!, ¡el Hijo de Dios vivo!.».
Bastante acertadas fueron las palabras de Simón, porque no se lo había revelado “ni la carne ni la sangre, sino el Padre que está en el cielo” . Y es que no podía errar, porque su confesión era producto de la revelación divina. Había revelado en pocas palabras la identidad de Cristo, verdadero hijo de Dios. Jesús le devuelve el gesto y responde cual sería la nueva identidad de Simón, el oficio para el cual él le había escogido, entregado junto con un nuevo nombre:
“Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.” Mateo 16,18
Se consumaba así un suceso enorme en la vida de Simón. Cristo he había dado un nombre nuevo: “Piedra”, y le había dicho que sobre esa Piedra edificaría su Iglesia. Y como con un nuevo nombre viene un nuevo ministerio, así fue que Pedro ese mismo día, también lo recibió:
“A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos.»” Mateo 16,19
La similitud de estas palabras y la profecía de Isaías donde se coloca un nuevo mayordomo sobre el reino de Judá es asombrosa:
“Aquel día llamaré a mi siervo Elyaquim, hijo de Jilquías. Le revestiré de tu túnica, con tu fajín le sujetaré, tu autoridad pondré en su mano, y será él un padre para los habitantes de Jerusalén y para la casa de Judá. Pondré la llave de la casa de David sobre su hombro; abrirá, y nadie cerrará, cerrará, y nadie abrirá. Le hincaré como clavija en lugar seguro, y será trono de gloria para la casa de su padre.” Isaías 22,20-23
Y es que realmente no fue casualidad que Jesús utilizara esas palabras, sino que intencionalmente llama la atención al contexto de esa profecía, donde un nuevo mayordomo está siendo colocado sobre el reino de Judá (Elyaquim). La figura del mayordomo era ampliamente conocida, ya que era un siervo a quien el rey entregaba las llaves.
El texto de Isaías nos muestra varias de las funciones que ejercía el mayordomo,un ministro al servicio del rey con la máxima “autoridad” luego del rey mismo, y con un rol de paternidad espiritual: “será él un padre para los habitantes de Jerusalén y para la casa de Judá”.
Elyaquim no era realmente un precedente en dicho cargo. Ya en tiempos de Abraham contaba este con un mayordomo (Eliezer de Damasco, ver Génesis 15,2), lo que demuestra que ya en aquella época era una figura conocida. Posteriormente José (hijo de Jacob) cuando fue vendido como esclavo y fue llevado a Egipto llegó a ser mayordomo en casa de Putifar:
“Así halló José gracia en sus ojos, y le servía; y él le hizo mayordomo de su casa, y entregó en su poder todo lo que tenía” Gen 39:4
Llegó más tarde a ser mayordomo en casa de Faraon,
“Tú estarás al frente de mi casa, y de tu boca dependerá todo mi pueblo. Tan sólo el trono dejaré por encima de ti.» Dijo Faraón a José: «Mira: te he puesto al frente de todo el país de Egipto.»" Génesis 41,40-41
Así sucesivamente encontramos numerosas referencias a mayordomos en los reinados de Judá e Israel a lo largo de los siglos (1 Reyes 4,6; 16,9; 18,3; 2 Reyes 10,5; 18,18.37, 19,2; 2 Crónicas 28,7; Isaías 22,15; 36,3.22; 37,2). Importante es que en todos esos casos, había en cada reino, muchos ministros pero un solo mayordomo, con autoridad plena después de la del Rey, y con autoridad de tomar decisiones que ningún otro ministro del reino podía revocar: “abrirá, y nadie cerrará, cerrará, y nadie abrirá”
Jesús siendo heredero del trono de David también de acuerdo a la costumbre designa un mayordomo real sobre su reino. Es en este trascendental acontecimiento donde Jesús llama a Pedro “Papa”, porque es allí, en la entrega de las llaves a Pedro como mayordomo del reino de los cielos, donde se encierra la esencia del oficio petrino.
Visto desde este punto de vista, toma mucha claridad el porqué Pedro figura como Piedra sobre la que se edifica la Iglesia. Cristo utiliza una metáfora donde compara a la Iglesia con un edificio espiritual, donde los cristianos figuramos como piedras. Como todo edificio, no todas las piedras van en el mismo lugar ni todas tienen la misma función, así también en la Iglesia los cristianos desempeãmos distintas funciones y ministerios. Pedro ejerciendo un ministerio especial como mayordomo del reino, y cabeza del colegio apostólico figuraría como piedra sobre la que se edifica la Iglesia, lo mismo que los apóstoles junto con Pedro mismo figuraran en otras metáforas como fundamento de la Iglesia (Efesios 2,20).
Por no entender esto un amigo protestante me replicaba:
“Si para ti la iglesia esta edificada sobre un hombre:"Pedro" y no sobre "Cristo" estas en tu derecho de creer de esa manera. “
El error está en que no entienden en que sentido Pedro es la piedra de Mateo 16,18. Pedro es la piedra sobre la que se edifica en cuanto a la autoridad instituida por Jesucristo para gobernar la Iglesia, mientras la confesión de fe es el fundamento doctrinal de la misma. Cuando los protestantes no diferencian entre ambas cosas terminan por desfigurar y caricaturizar la posición católica, pensando que tenemos puesta nuestra fe sobre “un hombre”.
El ejercicio del Papado en la historia
Al comienzo de estas reflexiones decía que si bien la esencia del Papado siempre ha sido la misma, su estilo ha ido cambiando a lo largo de la historia, a medida que la Iglesia enfrentaba distintos obstáculos y desafíos.
Estando los apóstoles vivos, y siendo guiados ellos directamente por el Espíritu Santo, el ejercicio del oficio petrino consistía principalmente en liderazgo. Es allí donde vemos a un Pedro como representante del resto de los apóstoles recibiendo las órdenes de Cristo de apacentar el rebaño del pueblo de Dios.
“Después de haber comido, dice Jesús a Simón Pedro: «Simón de Juan, ¿me amas más que éstos?» Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» Le dice Jesús: «Apacienta mis corderos.» Vuelve a decirle por segunda vez: «Simón de Juan, ¿me amas?» Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas.» Le dice por tercera vez: «Simón de Juan, ¿me quieres?» Se entristeció Pedro de que le preguntase por tercera vez: «¿Me quieres?» y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero.» Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas.” Juan 21,15-17
Es bastante llamativo este texto, porque si bien el apacentar el rebaño es labor no solo de Pedro sino de todos los pastores, aquí Cristo se dirige solo a Pedro (como cabeza de los apóstoles). Pedro no solo tendrá al igual que el resto la labor de pastorear las “ovejas”, sino también “los corderos” (el resto de los apóstoles). Nótese que es refiriéndose a los otros apóstoles que le pregunta ”¿me amas más que estos?”.
Es también a Pedro a quien pide Satanás solocita para “zarandear como a trigo” (Lucas 22,31), y por quien ora para que su fe no desfallezca (Lucas 22,32). Quizá más importante de todo esto, es que es a él a quien encomienda confirmar a sus hermanos (los apóstoles) en la fe (Lucas 22,32).
Como mayordomo del reino es quien recibe la revelación de que los gentiles podían entrar a la Iglesia (Hechos 10,28), quien es el primero en predicar en pentecostes (Hechos 2,14), quien toma la iniciativa sobre la necesidad de completar el grupo de los doce (Hechos 1,15-22), es quien hace la primera curación milagrosa luego de la resurrección (Hechos 3,6-7), etc.
En definitiva podemos decir que el marcado liderazgo de Pedro en todo el Nuevo Testamento no fue más que el ejercicio de su oficio, pero su estilo de ejercerlo, fue mediante el liderazgo del colegio apostólico.
Luego que es sucedido en su oficio por los obispos de Roma, vemos que durante los cinco primeros siglos ningún obispo usurpa la primacía para él, sino que se le atribuye según la antigua costumbre, al obispo de Roma. Las objeciones frecuentes que hacen los protestantes referentes a que su primacía era solo de honor y no de jurisdicción no pueden ser sostenidas ante la gran cantidad de evidencia histórica que las refutan. Y es que los Papas desde los días de los Apóstoles, no solo continuaron ejerciendo la jurisdicción suprema en occidente, sino incluso en oriente hasta el gran cisma en el siglo IX.
Sin embargo ya en los primeros siglos tuvo que ejercerse este oficio de distintos modos, y no solo de forma de liderazgo, sino inclusive al disciplinar comunidades rebeldes (Como Clemente Romano al disciplinar a la comunidad de Corinto por haber depuesto a sus pastores), o sirviendo como una última y suprema corte de apelaciones.
Un ejemplo de este ejercicio de primacía jurisdiccional la tenemos precisamente en estas apelaciones, ya que nunca se apela de un tribunal superior a uno inferior. En la historia de la Iglesia nos encontramos con apelaciones de todas partes (obispos, patriarcas y hasta herejes) a la Iglesia de Roma. Muchos ejemplos se podrían citar, pero unos cuantos bastarán:
1) Durante el pontificado del Papa San Victor (189 d.C. – 198 d.C.) se da una controversia sobre las diferencias existentes entre la iglesia de Roma –a la que seguían casi todas las demás- y las iglesias asiáticas, en cuanto al día de la celebración de la pascua. San Policarpo se trasladó a Roma con más de 80 años de edad para alegar que la fecha en que celebraban la pascua era una tradición que había aprendido del propio San Juan. Debido a esto el Papa y San Policarpo mantuvieron la paz.
Posteriormente cuando el problema vuelve a agravarse el Papa Victor amenazó con excomulgarles, y ahora interviene San Ireneo, quien tras reconocer su adhesión a la observancia romana, pidió al Papa que no es excomulgara por el apego que mostraban a sus antiguas tradiciones, siendo que no era una cuestión doctrinal. El Papa aceptó no excomulgarles e igualmente a la larga terminaron por aceptar la disciplina romana.
2) Dionisio, obispo de Roma, cerca de la mitad del tercer siglo, después de haber oído que el Patriarca de Alejandría se equivocó en algunos puntos de la fe, exige una explicación y el patriarca en obediencia a su superior reivindica con prontitud su propia ortodoxia.
3) San Atanasio, patriarca de Alejandría, apela en el siglo IV al papa Julio I, a partir de la decisión dictada contra él por los obispos orientales. El Papa revierte la sentencia del concilo oriental y vuelve Atanasio a su sede.
4) San Basilio, Arzobispo de Cesarea, también en el siglo IV recurre a la protección del Papa Dámaso.
5) San Juan Crisóstomo, Patriarca de Constantinopla, apela en el inicio del siglo V al Papa Inocencio I para una reparación de agravios infligidos a él por varios prelados orientales y por la emperatriz Eudoxia de Constantinopla.
6) San Cirilo apela al Papa Celestino contra Nestorio; Nestorio que no era tonto y también sabía a quien apelar, apeló también al Papa, pero este tomó partido por San Cirilo.
7) Los concilios de Milevis y Cártago celebrados por los obispos Africanos y San Agustín incluidos, piden la aprobación del Papa a sus edictos. Cuando el Papa responde, San Agustín se alegra y da la causa por sanjada. En numerosas cartas mantiene que nada es más claro que el juicio de la sede apostólica.
8) Cuando Eutiques comenzó a predicar la doctrina conocida como “monofisismo” fue condenado por herejía por Flaviano (obispo de Cosntantinopla) durante un sínodo. Apela entonces al Papa Leo (De Eutiques al Papa Leo Ep 21), a lo cual Pedro Crisólogo (obispo de Ravena) le escribe (a Eutiques), para que preste obediencia al Papa: “Nosotros te exhortamos, honorable hermano, que tu obedientemente escuches que ha sido escrito por el bendito Papa de la ciuidad de Roma, desde el bendito Pedro, quien vive y preside en su propia silla. Para nosotros, en nuestro celo por la paz y la fe, no podemos decidir cuestiones de fe aparte del consentimiento del obispo de Roma” (De Pedro Cristólogo al Papa Leo, Ep 25)
9) Para juzgar la causa de Eutiques, en el 449 se intentó realizar en Efeso un concilio ecuménico (convocado por el emperador Teodosio II con la autorización del Papa Leon I). El concilio lo precedió Dioscuro (Patriarca de Alejandría), quien apoyaba a Eutiques. Eutiques logró que la carta del Papa traida por los legados papales no fuera leida, y tras esta y otras irregularidades el legado papal (Hilario) anuló la sentencia en nombre del Papa y abandonó el concilio.
Posteriormente en en el concilio de Calcedonia se acusó a Dioscoro de que “había celebrado un Concilio (ecuménico) sin la Sede Apostólica, lo que nunca estaba permitido”, lo cual se refería a haber continuado el Concilio después de la partida de los legados papales.
El Papa Leon recibió también las apelaciones Teodoreto y Flaviano y les había escrito al emperador y emperatriz que todos los actos del Concilio eran nulos. excomulgó a todos los que habían tomado parte en él y absolvió a los que habían sido condenados, (excepto a Domnus de Antioquía), y fue así como un concilo ecuménico fue anulado por el Papa y llegó a ser conocido como el concilio “Latrocinio”
10) En el concilio de Calcedonia, donde por medio de la aprobación del canon 28, se intentaba darle a Constantinopla el segundo lugar después de Roma, se pedía la aprobación Papal para dicho canon, y el mismo patriarca escribiéndole, reconoce que la aprobación de las actas dependía de su sanción. Lo mismo el concilio en pleno le reconoció como sucesor de Pedro y cabeza de la Iglesia Católica.
Si todas estas continuas apelaciones no implican un reconocimiento mismo de jurisdicción, vea usted a saber que es.
Para más detalles sobre esto recomiendo leer:
http://www.apologeticacatolica.org/Primado/PrimadoN06.html
http://www.apologeticacatolica.org/Primado/PrimadoN09.html
http://www.apologeticacatolica.org/Primado/PrimadoN05.html