¡Jesucristo vive!
Juan 20, 1-9. Resurrección del Señor. ¡Pidamos a Cristo resucitado poder resucitar junto con Él, ya desde ahora!
Autor: H. Bernardo Siller | Fuente: Catholic.net
Evangelio
Lectura del santo Evangelio según san Juan 20, 1-9
El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto». Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro; vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estabacon las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó. Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos.
Oración introductoria
Jesús mío, yo te busco en mi peregrinar por este mundo. Concédeme la gracia de poseerte con plenitud y no permitas que me separe de tu amor. Por favor, Jesús, ayuda a nuestros familiares y a todos aquéllos que se hayan olvidado de ti.
Petición
Señor, que de ahora en adelante te busque en cada acontecimiento de mi vida.
Meditación
También Simón Pedro y el otro discípulo se dirigieron de prisa al sepulcro; y Pedro, entrando dentro, vio las vendas portierra, y el sudario que había sido puesto sobre la cabeza de Jesús, al lado (cf. Jn 20, 7). Entonces entró también el otro discípulo, vio y creyó; "aún no se habían. dado cuenta de la Escritura, según la cual era preciso que El resucitase de entre los muertos" (Jn 20, 9). Vieron y comprendieron que los hombres no habían logrado derrotar a Jesús con la losa sepulcral, sellándola con la señal de la muerte; La iglesia que hoy, como cada año, termina su triduo pascual con el Domingo de Resurrección. Los artífices de la muerte del Hijo del Hombre, para: mayor seguridad, "pusieron guardia al sepulcro después de haber sellado la piedra" (Mt 27, 66). Muchas veces los constructores del Mundo, por el cual Cristo quiso morir han tratado de poner una piedra definitiva sobre su tumba. Pero la piedra permanece siempre removida de su sepulcro; la piedra, testigo de la muerte, seha convertido en testigo de la Resurrección: "la diestra de Yavé ha hecho proezas" (Sal 117 [118], 16). La Iglesia anuncia siempre y de nuevo la Resurrección de Cristo. La Iglesia repite con alegría a los hombres las palabras de los ángeles y de las mujeres pronunciadas en aquella radiante mañana en la que la muerte fue vencida. La Iglesia anuncia que está vivo Aquel que se ha convertido en nuestra Pascua. Aquel que ha muerto en la cruz, revela la plenitud de la Vida (Juan Pablo II, Mensaje, 6 de abril de 1980).
Reflexión apostólica
Los discípulos corrieron al sepulcro vacío y creyeron. En mi vida diaria estoy llamado a correr, también, al encuentro del Señor. En la resurrección de Cristo tenemos la certeza de que nuestra vida no se acaba en el vacío. Nuestra existencia es un continuo peregrinar hacia el encuentro definitivo y eterno conDios. Nos hiciste Señor para ti e inquieto está nuestro corazón hasta que no descanse en ti (cf. San Agustín).
¿Qué fue lo que vio esa mañana? Seguramente la sábana santa en perfectas condiciones, no rota ni rasgada por ninguna parte. Intacta, como la habían dejado en el momento de la sepultura. Sólo que ahora está vacía, como desinflada; como si el cuerpo de Jesús se hubiera desaparecido sin dejar ni rastro. Entendió entonces lo sucedido: ¡había resucitado! Pero Juan vio sólo unos indicios, y con su fe llegó mucho más allá de lo que veían sus sentidos. Con los ojos del cuerpo vio unas vendas, pero con los ojos del alma descubrió al Resucitado; con los ojos corporales vio una materia corruptible, pero con los ojos del espíritu vio al Dios vencedor de la muerte.
Lo que nos enseñan todas lasnarraciones evangélicas de la Pascua es que, para descubrir y reconocer a Cristo resucitado, ya no basta mirarlo con los mismos ojos de antes. Es preciso entrar en una óptica distinta, en una dimensión nueva: la de la fe. Todos los días que van desde la resurrección hasta la ascensión del Señor al cielo será otro período importantísimo para la vida de los apóstoles. Jesús los enseñará ahora a saber reconocerlo por medio de los signos, por los indicios. Ya no será la evidencia natural, como antes, sino su presencia espiritual la que los guiará. Y así será a partir de ahora su acción en la vida de la Iglesia.
Eso les pasó a los discípulos. Y eso nos ocurre también a nosotros. Al igual que a ellos, Cristo se nos “aparece” constantemente en nuestra vida de todos los días, pero muy difícilmente loreconocemos. Porque nos falta la visión de la fe. Y hemos de aprender a descubrirlo y a experimentarlo en el fondo de nuestra alma por la fe y el amor.
Y esta experiencia en la fe ha de llevarnos paulatinamente a una transformación interior de nuestro ser a la luz de Cristo resucitado. “El mensaje redentor de Pascua -como nos dice un autor espiritual contemporáneo- no es otra cosa que la purificación total del hombre, la liberación de sus egoísmos, de su sensualidad, de sus complejos; purificación que, aunque implica una fase de limpieza y saneamiento interior -por medio de los sacramentos- sin embargo, se realiza de manera positiva, con dones de plenitud, como es la iluminación del Espíritu, la vitalización del ser por una vida nueva, que desborda gozo y paz, suma de todos los bienes mesiánicos; en una palabra, la presencia del Señor resucitado”.
En efecto, san Pablolo expresó con incontenible emoción en este texto, que recoge la segunda lectura de este domingo de Pascua: “Si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de allá arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis, juntamente con Él, en gloria” (Col 3, 1-4). ¡Pidamos a Cristo resucitado poder resucitar junto con Él, ya desde ahora!
Propósito
Haré una oración especial por todos mis familiares y compañeros difuntos. Demostraré mi alegría por la Resurrección de Jesús.
Diálogo con Cristo
Señor Jesucristo, te pido que nunca me separe de ti.Dame la gracia de amar y tratar a las demás personas con el amor y la bondad con que Tú lo has hecho. ¡Quédate siempre a mi lado, te necesito porque Tú mi fortaleza y mi esperanza. Señor, confío en Ti!
La muerte del Señor demuestra el inmenso amor con el que nos ha amado hasta sacrificarse por nosotros; pero sólo su resurrección es «prueba segura», es certeza de que lo que afirma es verdad. Benedicto XVI, audiencia, 26 de marzo de 2008)
Tomado de: Catholic.ne